Ayer, segundo lunes después del domingo de Resurrección, se celebró en Salamanca el “Lunes de Aguas” un curioso festejo cuyo origen paso a contar.
Imaginemos la ciudad en el siglo XVI. Unos ocho mil estudiantes , todos varones puesto que las mujeres tenían vedado el acceso a los saberes oficiales, pululaban por aulas, calles, plaza y tabernas de la ciudad. Sabemos sobradamente cuáles son las dos principales líneas de pensamiento del varón medio y en la época de que hablamos no existía el fútbol, así que queda la otra, la imparable a pesar del sexto mandamiento, las epístolas paulinas exhortando a la castidad y la condena eclesial.
Para evitar el desmadre y despendole absoluto de la joven y calentita estudiantina, el comercio carnal y fornicatorio salmantino estaba perfectamente regulado por la Casa de la Mancebía, establecimiento que tenía el monopolio sobre la protitución y que era regentado por el Municipio y ¡oh sorpresa! el cabildo catedralicio. El establecimiento era organizado y administrado por la seria y respetable figura de un cura comúnmente conocido como “el Padre Putas”, cargo ha tiempo desaparecido pero que ha quedado en la tradición en forma de muñeco de los gigantes y cabezudos; sólo se le ha variado ligeramente el nombre por el de “padre Lucas” para no herir tiernos oídos infantiles.
Para evitar el desmadre y despendole absoluto de la joven y calentita estudiantina, el comercio carnal y fornicatorio salmantino estaba perfectamente regulado por la Casa de la Mancebía, establecimiento que tenía el monopolio sobre la protitución y que era regentado por el Municipio y ¡oh sorpresa! el cabildo catedralicio. El establecimiento era organizado y administrado por la seria y respetable figura de un cura comúnmente conocido como “el Padre Putas”, cargo ha tiempo desaparecido pero que ha quedado en la tradición en forma de muñeco de los gigantes y cabezudos; sólo se le ha variado ligeramente el nombre por el de “padre Lucas” para no herir tiernos oídos infantiles.
Bien; pues cuentan las crónicas que cuando residió en Salamanca el rey Felipe II, con motivo de sus esponsales con Isabel de Portugal, quedó ciertamente escandalizado por la alegría con que se reverenciaba y se hacía uso de la institución munícipe-clerical por parte de estudiantes y de gentes que en su vida habían cogido un libro. El tal Felipe no era ni mucho menos de sangre y sentido exaltados como lo fue su padre, aquél Carlos V que como postre de sus pantagruélicas comilonas se pedía a la cantinera. No; si nos fijamos en los cuadros de Coello, don Felipe debía ser más bien rarito. Así que puesto que prohibir la, a su parecer, excesiva actividad de la mancebía podía producir daños a las arcas municipales, clericales y, por ende, a su propia recaudación de impuestos -sin contar con que el cincuenta por ciento de la población se podía sublevar en peso- llegó a una solución de compromiso que diríamos hoy: al menos se respetaría la cuaresma y días de Pasión trasladando a las chicas el miércoles de ceniza al otro lado del río Tormes y volviéndolas a traer a la ciudad el segundo lunes después del Domingo de Ramos. Todo ello bajo la directa supervisión del respetable “Padre Putas”. Así que, tanto a la ida como al regreso, los estudiantes y otros aficionados a la actividad referida, las pasaban en barca (no sé por qué no por el puente romano, pero no) de una orilla a otra. Al ir es de suponer que con tristeza. Pero a la vuelta (habían pasado unos muy largos cuarenta y pico días) el jolgorio que se montaba era inenarrable: chapuzones en el agua con las muchachas, vino, música y merendola (los famosos “hornazos”, unas empanadas rellenas de chorizo, lomo y otras lindezas que hacen las delicias del colesterol).
Y así ha llegado la fiesta hasta nuestros días con el nombre de Lunes de Aguas. La gente sigue bajando a la orilla del río con su vino, música y hornazos. Bien es cierto que aquellas cariñosas muchachas ya no están. Nuestra hipócrita sociedad prohíbe legalmente la prostitución aunque admite su práctica descaradamente, dejando a los pies de mafiosos proxenetas y macarras, sin protección ninguna, a esas pobres mujeres. Tampoco existe la figura del pintoresco cura de nombre sonoro, pero sí la alegría de todos los salmantinos que siguen festejando a aquellas muchachas que tánta soledad quitaron a tántas generaciones de estudiantes.
Foto: el río Tormes a su paso por Salamanca
5 comentarios:
Hará un mes, más o menos, que descubrí este blog y ya he tenido ocasión de leer algunas entradas que por cierto me han parecido la mar de interesantes. Por supuesto, además, de estar escritas con gran sentido del humor. Fenomenal este "Lunes de aguas"...cuarenta dias de espera, aquí paz y después gloria ;-)
Agrego su blog a mis lecturas de después de cenar. pd. Mientras, mi compañía viendo series televisivas. Ellos se lo pierden ;-) ¡Felicidades!
Si te gusta su blog entonces te hubieran gustado sus clases de Historia, Geografía y Arte. Fíjate si eran entretenidas que saqué un 7 en el examen de Geografía en Selectividad jejeje ;)
He descubierto este blog buscando información sobre el lunes de aguas. Me quedo por aquí, genial!!!
Ademas, voy a enlazar esta historia con mi post de "Hornazo de lunes de aguas", para que todo el mundo venga hasta aquí y se aprendan la historia. www.contapasyaloloco.com
Gracias.
Gracias
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