De vez en cuando, en los habitualmente inútiles fastos de las efemérides, te encuentras sorpresas agradables e incluso cosas bien hechas. Eso fue lo que me ocurrió en Cádiz este verano cuando me topé con el Señor de Sipán y la Huaca de la Luna.
Se trata de una exposición montada en la antigua cárcel de tiempos de Carlos III, recientemente y no malamente restaurada, que se encuentra cerca de los bastiones de Puerta de Tierra. En ella podemos ver una buena muestra de las cerámicas y joyas halladas en la tumba del Señor de Sipán y en la pirámide o Huaca de la Luna, magníficos restos arqueológicos del norte de Perú.
La tumba fue descubierta en 1.987 por el arqueólogo peruano Walter Alba. Es la primera tumba preincaica que se encuentra en perfecto estado, sin haber sufrido ningún saqueo previo. Data del siglo III y en ella está enterrado el único gobernante y guerrero del antiguo Perú que se ha encontrado hasta hoy.
Realmente deberíamos hablas de tumbas, en plural puesto que bajo el señor de Sipán se encontró el enterramiento de un sacerdote contemporáneo a él, y, aún más abajo, se halló la tumba del Viejo Señor de Sipán, de unas cuatro generaciones más antiguas. A este viejo señor le acompañaban los restos de varias mujeres y dos llamas, supongo que para que el jefe siguiese sin dar ni golpe en su vida eterna.
Todo el complejo corresponde a la cultura Mochica, una de las más brillantes y desarrolladas de las que precedieron a los Incas. Su localización, los valles y llanuras costeras del norte peruano. Su base económica fue la agricultura, con unas técnicas de regadío avanzadas y complejas junto a una pesca que se practicaba con unas barquichuelas individuales -los caballitos de totora- que aún hoy puede fotografiar el turista curioso que se acerque por aquellas latitudes.
Su capital estaba donde actualmente se encuentran los restos de las Huacas (pirámides) de la Luna y el Sol en el centro de lo que parece un importante entramado urbano.
En el arte mochica destaca la cerámica, fina, magníficamente trabajada y con una policromía que deja asombrado al visitante de la muestra. Figuras humanas, animales (preciosos los felinos), temas eróticos, dioses y monstruos, conforman el tapiz de la cotidianeidad y creencias mochicas con una frescura y riqueza conceptual maravillosas. Por ejemplo, la procesión fúnebre en figuritas de madera que representa el entierro del Señor es realmnte enternecedora.
Se completa la exposición con piezas de culturas anteriores a la mochica: Chimú, Paracas (maravillosos tejidos) y otras perfectamente presentadas con paneles que dan información más que suficiente para el más impertinente visitante.
Alguna fotografía me traje de todo ello y con ustedes las comparto aunque ni de lejos pueden sustituir al placer de la visita in situ no ya sólo de la exposición, sino también de ese Cádiz engalanado como una preciosa puellae para celebrar su cumpleaños milenario.
Fotos realizadas por el autor. Recomiendo verlas en grande para apreciar los detalles. Basta con "pinchar" en la que queramos ver.
1 comentario:
Exelente muestra,deben promocionarse
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