Autor: José Luis Rodríguez
Si
el titular de este blog me lo permite, voy a introducir una visión
jocosa, sin dejar de ser crítica, sobre el "manejo" del
patrimonio artístico y cultural que disfrutamos en nuestro país, a
manos de alcaldes, arquitectos posmodernos, directores autonómicos
de la cosa cultural y algún que otro promotor...
Empecemos
con uno muy reciente: hace unos días asistimos a un congreso de
profesores de Geografía e Historia de Andalucía ("Hespérides"
se llama la asociación, con una actividad encomiable) en Vélez
Blanco. No pudo faltar la visita al castillo de los Fajardo, una
maravilla gótica y renacentista desvalijada por sus propios dueños,
los Medina Sidonia, que vendieron el maravilloso patio renacentista a
un anticuario, y que ha terminado en Nueva York, en el Metropolitan
Museum (pueden verlo en: http://www.metmuseum.org/toah/works-of-art/41.190.482
) ¿Y qué vemos en el emplazamiento original? Pues esta maravilla de
diseño:
Pues
demos un salto a Extremadura, donde los voluntariosos miembros de la
Sociedad extremeña de Historia organizan cada año unas
interesantísimas Jornadas de Historia, en la localidad de Llerena.
La sede principal es el centro cultural "La Merced", que
como su nombre indica es una iglesia de la Orden de los Mercedarios,
oportunamente desacralizada, rehabilitada y dedicada a usos públicos,
lo que es de aplaudir e imitar. Lo que ya no merece tanto aplauso es
la inserción forzosa de un pasadizo-pasarela-balcón-asomadero que
el arquitecto ha colocado encima de la nave mayor, donde posiblemente
estuviese el coro. En las naves de crucero hay otro par de joyas, que
les ahorro por el momento.
De
vuelta en Andalucía, donde mora el sufridor que firma, asistimos
hace unos meses a la terminación de las obras de rehabilitación del
puente romano de Córdoba, de la reurbanización del entorno
de la puerta erigida con motivo de la visita de Felipe II,
devolviéndola a su rasante original y no la hundida que resultó de
la construcción de la ronda de Isasa (paralela al río) y de la
plaza que le rodea.
Y
al lado, el nuevo Centro de recepción de visitantes, realizado por
la Junta de Andalucía. De su buena voluntad no me cabe duda, como
tampoco de su utilidad (recomiendo su visita interior: cimientos
visigóticos, una plaza romana, almazaras árabes), pero me pregunto
¿la fachada cordobesa más bella, con el río, el puente romano y el
muro de qibla de la mezquita omeya, no se merecían otro
diseño?
Pero,
¿qué decir de la proliferación de museos que han surgido acá y
acullá? La iniciativa, loable, pues nunca nos opondremos a nada que
propicie la difusión de la cultura. La oportunidad, siempre
defendible, pues siempre será momento y lugar para que el
patrimonio, del tipo que sea, llegue a los ciudadanos. Pero el
diseño... ahí sí que a veces se nos caen los palos del sombrajo.
Éste que les traigo a continuación no es de los peores (ya verán,
ya, en otras entregas), pero plantar este pastiche en el casco
histórico de una ciudad Patrimonio de la Humanidad como es Toledo
no me digan que no tiene enjundia. Como ven, no le falta de nada,
incluido el muro de hierro oxidado y las marcas del forjado del
hormigón. Y no se pierdan las argollas colocadas en todo lo alto
(¿para atar las caballerías?). Como colofón, la ventana que no
sirve para nada. Una joya del diseño posmoderno que costó una
millonada.
Para
terminar este lamento, no crean que sólo pongo en solfa las obras de
iniciativa pública, que hay dónde elegir. Ahora les traigo una
iniciativa empresarial (emprendedora, que dirían los pijo-modernos
de nuestro actual gobierno), que se está perpetrando en Úbeda,
ciudad maravillosa donde las haya. El edificio que fue palacio de los
Condes de Guadiana, y que tuvo como último uso colegio de niñas de
la orden de las Carmelitas, está siendo adaptado para hotel de lujo.
El tratamiento de la fachada principal, con su maravilloso balcón de
esquina, sólo puede merecer aplausos. Pero si damos la vuelta a la
manzana, vemos esta tropelía, en la que un ala de construcción
moderna se come literalmente el ábside la iglesia renacentista de
San Pedro, que se podía disfrutar cuando este espacio era el patio
del palacio o del colegio.
Y
lo más curioso es que alguno de los responsables de estas maravillas
hincha el pecho y se sienten orgullosos de su contribución a la
historia del arte.
Fotos: José Luis Rodríguez.
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