Ese banquero tuvo el poder de poner y quitar de sus cargos a quienes dirigían la política europea. Monopolizaba el comercio de productos estratégicos para la economía. La deuda de los Estados con él hacía bailar la política económica de los gobiernos al ritmo que marcaba. Controlaba las grandes rentas e incluso la poderosa Iglesia, con el Vaticano al frente, dependía de sus créditos. Tal fue su poder que provocó un movimiento de indignados que cambió la historia del mundo occidental.
¿Hablamos de algún magnate de los mercados del siglo XXI? Pues no; hablamos de un magnate de los mercados del siglo XVI: Jacob Fugger, alemán, banquero, “… cima de su clase y de su país, consejero imperial bajo Maximiliano I y Carlos V, segundo en la adquisición de una extraordinaria riqueza…” según rezaba su epitafio. Un hombre que llegó a tener tal poder que se permitió recordarle al Emperador Carlos V que debía su poder a sus créditos.
Noveno hijo de una familia de diez, llegó a controlar el negocio de su padre, el rico mercader Jacob I el Viejo. Su primera inversión ascendió a unos 17.500 florines de oro y a su muerte, el capital de su compañía superaba los dos millones de florines. Para hacernos una idea, un buen artesano ganaba unos treinta… al año. Sus ganancias fueron un 50% anual a lo largo de tres décadas.
Las bases de del desarrollo de tal negocio fueron las siguientes:
1.- El monopolio del comercio europeo de la plata y el cobre. Para conseguirlo no dudó en emplear trapicheos tan dudosos como vender en el mercado el producto a precios por debajo del costo, hasta conseguir hundir a los competidores. Como algunas industrias asiáticas actuales, ni más ni menos.
2.- El préstamo a monarcas y gobiernos a cambio de intereses y garantías abusivas. El caso más espectacular y conocido fueron los préstamos a Carlos I de España para que consiguiera ser emperador del Sacro Imperio con el nombre de Carlos V y financiar sus posteriores guerras por todo el continente. A cambio obtuvo como aval el arriendo de las rentas de las órdenes militares españolas (unos cincuenta millones de maravedíes) y el control de las minas de mercurio de Almadén. Sin hablar de los intereses que generaba esta deuda pública. ¿Nos suena de algo?
3.- Los préstamos a la Iglesia a cambio de gestionar los ingresos por la venta de indulgencias -los documentos que aseguraban al creyente una corta estancia en el Purgatorio antes de ascender al cielo- con los que se financiaba la gigantesca obra de la construcción de San Pedro del Vaticano.
Fue este último macronegocio el que provocó uno de los mayores movimientos de indignación de la historia reciente. La banca Fugger prestó 30.000 florines a un tal Alberto de Brandeburgo para que éste consiguiese comprar su cargo de arzobispo y Primado de Alemania. Así funcionaban (¿funcionan?) las cosas en la Santa Madre Iglesia. Para devolver el préstamo, el digno prelado recurrió a la venta de indulgencias, controlada, como ya hemos expuesto antes, por el banquero. Esto provocó que un indignado, Martín Lutero, negase el valor de dichos documentos y, posteriormente, la propia autoridad de la Iglesia, provocando el movimiento que hoy conocemos como Protestantismo y las ruptura, para siempre, de la cristiandad; amén de las catastróficas Guerras de Religión de los siglos XVI y XVII y el consiguiente hundimiento del Imperio Español lo que dibuja un nuevo mapa del poder mundial.
Hoy nos indignamos pasmados del poder en la sombra de los mercados, la banca y los tiburones de la especulación que contralan gobiernos, políticas económicas soberanas y la economía global. Incluso nos preguntamos amargamente cómo hemos podido llegar a esto. No; la pregunta está mal planteada. La pregunta correcta sería ¿cuándo hemos dejado, a lo largo de la historia, de ser dominados y controlados por esto?
Como vemos, utilizando una frase muy manida, no existe nada nuevo bajo el sol.
Fotos: 1.- Quema de los créditos de Carlos V librándole de parte de su deuda: obra de Carl Becker (1.866) 2.- Retrato de Jacob Fugger realizado por Alberto Durero.
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