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19 de abril de 2012

COMENTAR UNA IMAGEN DE ARTE

Algún lector se ha interesado por el comentario de imágenes o fotografías de Arte, uno de los elementos esenciales de todo examen que se precie sobre la materia. Yo también he tenido que pasar por el amargo trago de consultar farragosos libros que me prometían la clave del espinoso asunto del comentario y que al final me dejaban con los pies fríos y la cabeza caliente. Voy a ver si consigo dar una opinión que sirva a alguien para algo.

En mi experiencia como examinando y examinador he llegado a una conclusión: no hay un método específico de hacer un comentario de una imagen artística; el sentimiento que produce es tan personal que comentarla es también personal e intransferible. No obstante nos podemos guiar por el principio que tántas veces he repetido de “mirar, ver y sentir”

1.- La imagen (o el objeto artístico) primero hay que mirarla bien mirada, sin ideas preconcebidas, sin el dramatismo que querer saber qué es y ya mismo. Una mirada en profundidad nos puede evitar errores como los del opositor que en cierta ocasión, ante un plano en planta de El Escorial, dijo que era la fotografía de un “chip”. Verdad como la vida misma, que no me lo he inventado. Esa primera mirada nos dirá si estamos ante arquitectura, pintura, escultura, representación naturalista, abstracta, esquemática, manierista, barroca… es decir, nos sitúa en el escenario de lo que queremos comentar.

2.- A partir de ahí ya empezamos a ver y a saber qué estamos viendo. En esta fase es donde tienen que intervenir con todo su peso nuestros conocimientos teóricos, sin los cuales mejor apagamos y nos vamos. Si estamos viendo una bóveda semicircular, ya empezamos a ver el medio cañón, los arcos formeros y fajones que la refuerzan, el tipo de columnas o pilares que la sustentan. Estos elementos que estamos viendo (que no queriendo ver o inventando) nos llevarán de la mano para fechar, encuadrar en un periodo, estilo y/o movimiento la obra en cuestión. Esa visión, con suerte , por bondad intrínseca del examinador (¿?)  o por lo que hemos estudiado, nos llevará también a poder conocer qué monumento, pintura o escultura concreta es, su autor, caso de que no sea anónima y la fecha aproximada o exacta de su realización. Todos estos elementos objetivos, son imprescindibles en el comentario de la imagen, siempre y cuando estén ahí, es decir, los estemos viendo. Es un gran error inventar nada que no se vea. Otra cosa es que una vez identificados, no ampliemos el comentario con conocimientos que son intrínsecos a lo visto. Por ejemplo, si identificamos un cuadro como el Tondo Doni, enriquecerá nuestro comentario hablar un poco sobre la vida de Miguel Ángel o, al menos, de su primera etapa florentina, aportar datos de su factura, “bottega” donde se creó, cliente para el que se hizo o cualquier otra cosa que tengamos almacenada en nuestra maleta intelectual y que venga a cuento. Esto último es importante: tiene que venir a cuento y procurar que no huela a “soltar el rollo”.

3.- Y sentir. Para mí, a la hora de leer o corregir un comentario, este ha sido un punto esencial. Me refiero a expresar con sinceridad la emoción que el artista quiere transmitirnos y/o a la que realmente nos produce. Es el momento de analizar y opinar; de decir si la obra nos toca alguna fibra o, si en nuestro humilde saber y entender estamos ante Arte o habilidad de artesano. En esta exposición absolutamente personal es donde se ve si el que comenta ha entendido algo  de lo estudiado, mirado y visto; si nos encontramos ante alguien que domina la materia o que ha estudiado y ha hecho lo que ha podido o que, simplemente, no tiene ni idea de lo que se lleva entre manos.

Los dos primeros pasos, mirar y ver, si han sido bien desarrollados, nos abren la puerta del aprobado. El tercero, sentir, nos puede llevar a la excelencia. Al menos, así me parece porque, insisto, no creo que haya ningún método objetivo y formal de comentar una obra de arte que sea panacea universal.

1 comentario:

EvanPeters dijo...

El arte que vale la pena admirar y que todos deberían seguir de cerca es el Puntillismo Abstracto. El creador de este estilo es el pintor español Gabino Amaya Cacho, quién usa colores vivos para pintar puntos pequeños y grandes, mezclándolos con los grandes y los pequeños, haciendo intersecciones entre unos y otros.
Previamente a esta iniciativa original, pintó maravillosas obras como Las tres gracias, Concierto para Venus, El Morralero, Niñas jugando en el árbol, La Primavera, La Tempestad, El sueño de Jacob.