En la columna izquierda del blog he reeditado los artículos sobre la Navidad que publiqué el año pasado. Pensé para mí: “habrá algunos lectores que no los hayan leído y total todas las Navidades son iguales ¿Qué más da la del pasado año o la de éste?” Fue esta última reflexión la que me hizo cavilar: ¿realmente son iguales estas Navidades que las que medio recuerdo de mi niñez, allá por los años 50 del siglo pasado?
Inmediatamente me he dado cuenta que me he metido en un charco. La Navidad tiene una vertiente religiosa que, al menos en teoría, es inmutable. Pero tiene también una vertiente social y pagana de final de ciclo solar, de resurrección del sol que, una vez que ha pasado la noche más larga del año, parece que poco a poco va venciendo las tinieblas manteniéndose en el cielo cada vez más tiempo. Este hecho la humanidad lo celebró siempre, cosa que la Iglesia aprovechó en su beneficio estableciendo el nacimiento de Cristo (dios con fuertes connotaciones de culto solar) en la noche del 24 de diciembre. Es en este aspecto de festejo social donde la Navidad debe haber cambiado puesto que la sociedad de los 50 nada (casi nada) tiene que ver con la nuestra actual.
Echo mano de mis inconexos recuerdos. Para empezar aquellas Navidades nos parecerían hoy tremendamente oscuras. No había especial iluminación en las calles y los escaparates a partir de cierta hora apagaban sus luces. La producción eléctrica del país no daba para más. Ni falta que hacía, porque el día de Nochebuena, a partir de la caída de la tarde no había un alma en la calle. Se cerraban comercios, cines y bares y se reunían las familias en sus casas.
Ahí sí empezaba el jolgorio de la cena con viandas no habituales: pollo, besugo, pavo, pata de cerdo asada… dependiendo de la zona geográfica en que te tocase vivir. Hoy me llama la atención que el pollo solía ser manjar de mesas ricas por ser una cara exquisitez. En los dulces, tres: turrón duro (el de los pobres sin almendra, con cacahuete que era más barato), turrón blando y polvorones. Claro que también estaban las delicias que habían hecho madres, abuelas y titas: mantecados, almendrados, pestiños… Una vez más la zona geográfica marcaba la diferencia. Para beber, como mucho sidra achampanada (que también se nos daba a los niños en moderadas dosis). Luego ya aparecía el Anís del Mono y la coñac y es cuando la abuela, un poco achispada, cantaba villancicos de tiempos del cretácico superior y el tito-cuñado se ponía gracioso con proceso degenerativo hacia patoso.
A media noche todo el mundo a la calle que había que ir a la Misa del Gallo. No olvidemos que en los años cincuenta los curas pasaban lista mental de los feligreses que cumplían y los que no cumplían con los preceptos eclesiales , lo que se reflejaba en los certificados de buena conducta necesarios para la vida laboral y ciudadana. Así que todos a misa en iglesias repletas que olían a frío, humedad y su chispita de alientos alcohólicos.
De las Nocheviejas no os puedo contar casi nada. A los niños nos daban las uvas a las nueve de la tarde-noche y nos metían a la cama. Era un misterio lo que podían hacer los mayores a partir de esa hora. No será hasta los años 60, con la aparición de las “salas de fiesta” que se popularice el salir a bailar, siempre a sitios cerrados.
¿Y los regalos? Pues en Reyes. El Papá Noël o Santa Claus era una figura inexistente en el imaginario social e infantil. No eran católicos, no eran españoles, por tanto no eran afectos al Régimen (nunca se decía Franquismo, sólo Régimen). Bien es verdad que eso nos ahorraba ver esos ridículos muñecos colgados de los balcones con que nos alegran las fiestas actualmente. A mí me gustaba el Rey Negro. Para mí que eran los otros los que me ponían calcetines, camisetas y algún jersey y el negro el que traía dos o tres juguetes, si llegaban. Juguetes que, por cierto, el movimiento y sonido los ponía el niño y de lucecitas, ni una.
Y ya está. En el fondo creo que con la descripción que he hecho, se puede llegar a la conclusión de que todas las Navidades son iguales. La diferencia está en que en los años 50 éramos más pobres que las ratas y vivíamos bajo libertad vigilada. Las calles no eran nuestras, eran de “ellos”, así que en casita con el anís del mono y a celebrar que había nacido el Niño Dios y no las paganerías actuales.
Foto: “Natividad”. Catedral de Jaén. Realizada por el autor
3 comentarios:
Hola: así era,yo añadiría de postres; los alfajores y el pan de Cádiz,al menos en mi casa había.Todo sabía a delicias,ahora...ahora por narices hay que cenar más de la cuenta y encima nos dicen que no es sano.Un detalle importante para mí era la mesa de camilla,sí,porque alrededor de ella,del calor que daba el brasero de cisco se estaba calentito en la Nochebuena,que después era interrumpido por esa Misa del Gallo ¡¡¡qué frío!! por muchos guantes y gorrito de lana que te pusieran.Ahora con los recortes me imagino que la harán con Avecrem,no sé.
El Fin de Año era igual pero con Raphael cantanto el villancico ese,el de siempre.Magnífico el día de Reyes,el mejor,claro que de la carta que se escribía a SSMM a lo que se recibía no tenía nada que ver,aún más sorpresa.Baltasar a mi me hacía temblar, era el predilecto de muchos,ahora parece que algún amigo escribió la carta a SSMM diciendo cosas así: ¡qué se vayan!.
Ha cambiado mucho la historia de estas Fiestas.
Aprovecho para Felicitar Las Navidades,el año 2012 y Los Reyes
al autor, a los colaboradores,a los que participan y observan,deseándoles amor ,paz y pan con libertad (esto último no se ponía en las tarjetas de felicitación de los 50 ,¿qué era eso de libertad?).
Me gusta mucho este blog que siempre leo,aprendo y como el arte me salva pues lo persigo,si además quienes escriben saben y se enamoraron de él un día como yo, es un autentico goce.
¡¡¡FELICES FIESTAS!!!
Saludos muy cordiales.
Muchas gracias, Claudia, por varias cosas. Una por ampliar la panoplia de recuerdos; más que para un comentario lo que nos has contado da para una colaboración que cuando quieras será bien recibida. Dos, por la felicitación Navideña. Nosotros también te desamos lo mejor y en libertad. Y tres por tus elogios más que suficientes para inflarnos el ego durante una buena temporada. Gracias
No hay de qué Daniel y gracias a vosotros porque desde vuestra generosidad otros podemos seguir aprendiendo .No creo que yo diera para una entrada, no soy especialista en arte,mi hermano sí lo fue y grande,mi especialidad es pegarme a los que tanto sabéis sobre este tema que a mi me fascina.
Bueno, si el ego se infló para seguir compartiendo todo lo que sabéis con gusto,buen humor,incluso críticas ,mereció la pena.Yo me siento muy a gusto leyendo este blog,es un todo un placer.
De nuevo ¡¡Felices Fiestas!! a todos los egos con buen gusto y conocimiento ;^). Muy amable.
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