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2 de diciembre de 2011

UNA FAMILIA MALDITA





Hace unos dos mil quinientos años, en la ciudad de Ipolka (a la que los romanos llamaron Obulco), la actual Porcuna en Jaén, vivía y moría una familia rica y poderosa. No me preguntéis por su nombre porque el tiempo y las ambiciones humanas han hecho que se perdiese de la memoria.

En la época de la que hablamos (s. V a. C.) la cultura Ibera se encontraba en todo su esplendor. La agricultura y ganadería era rica, produciendo los suficientes excedentes como para permitir una diversificación profesional muy desarrollada: agricultores, artesanos especializados en cerámica, metalurgia, joyería, comerciantes, guerreros… incluso artistas. Pero su verdadera riqueza procedía de la minería. Toda la Sierra Morena desde Huelva hasta Jaén  era rica, riquísima, en minerales como cobre, hierro, plomo de los que estaban sedientos los mercados de oriente: egipcios, asirios, hititas y demás naciones que hoy llamaríamos superpotencias basaban su poderío militar en los artefactos y armas construídos en bronce; seguramente los hititas habían introducido ya la metalurgia del hierro, material que marcaba la diferencia entre ejércitos conquistadores o los derrotados. De todo eso nos sobraba en las oscuras laderas de nuestra sierra meridional. Faltaba el estaño, esencial para fundirlo con el cobre en la fabricación del bronce, pero ese mineral se traía de las Islas Casitérides (actuales islas Británicas) también vía Andalucía.

Los intermediarios de ese comercio que hoy llamaríamos global, eran los fenicios. Eran ellos los que, a cambio de los minerales estratégicos, inundaron los mercados de Tartessos y las posteriores ciudades -casi ciudades- ibéricas de productos de oriente, oro y plata. Esto produjo en la sociedad ibera, de inmediato, una fuerte estratificación social: ricos y pobres, para entendernos (como siempre). Quienes controlaron el comercio con los fenicios se enriquecieron y mucho. Los demás, a currar en la mina, en la forja o haciendo botijos.

A ese estamento rico y poderoso pertenecía nuestra familia de Porcuna. Tan rica que se pudieron permitir que sus enterramientos se ornasen con magníficas esculturas de ellos mismos y sus animales. Ellos, endiosados con sus magníficas armas y armaduras, escudos y cascos y toda la parafernalia del poderoso. Los vemos luchando, cazando o matando leones con las manos (O masturbándose. Perdón, pero cuando visiten las fotos verán que es lo que hay) Qué manía; lo de matar leones me refiero: desde Assurbanipal a Sansón el que no mataba un león parecía no ser nadie.

Pero la ambición siempre acaba estrellándose ante otro más ambicioso que tú. Es de suponer que en alguna lucha por el poder, los miembros de esta familia fueron desenterrados de sus coquetonas cistas que son las tumbas donde reposaban sus cenizas en precisas vasijas de cerámica, y trasladados a una fosa anónima. Su esculturas fueron derribadas y destruídos sus rostros en piedra para que no quedase memoria ni de ellos ni de sus hazañas como por la misma época, más o menos, hacía Tutmosis III con su madrastra la fenomenal reina Hatsetsup. Tal nos cuenta al menos el profesor Ricardo Olmos, estudioso del caso. Sic transit gloria mundi que decían los romanos muy duchos en eso de matarse unos a otros.


Será en 1974 cuando se empiecen a escavar los restos en Cerrillo Blanco. Allí, tirados y amontonados de cualquier manera, junto a un antiguo cementerio tartésico, encontraron los profesores Navarrete y Arteaga los espectaculares restos de aquella familia que nos dejan asombrados ante su magnificencia, muestra del extraordinario desarrollo de las sociedades iberas del sur de nuestra península. Hoy los podemos admirar en el Museo de Jaén donde se encuentran expuestos en una sala perfectamente montada.

Y mientras nos decidimos a darnos un paseo por la capital del Santo Reino para visitar a estos guerreros de Porcuna, aquí les dejo una serie de fotografías. Para verlas no hay más que entrar en la sección “Mis fotos” o pinchar en el siguiente enlace:


Que ustedes lo disfruten y feliz fin de semana.

Fotos: esculturas de Cerrillo Blanco, realizadas por el autor.

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