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28 de diciembre de 2011

LOS SANTOS INOCENTES


La Matanza de los Santos Inocentes es en el imaginario popular la crónica de una de las mayores salvajadas de la humanidad, si no la mayor. Es un puesto espectacular en un ranking francamente disputado. Pero tengo mis dudas sobre los méritos del hecho para ocupar el honorable puesto; me huele más bien a operación de marketing eclesial. Repasemos los hechos.

Todo comienza cuando unos Reyes Magos, cuyas capacidades diplomáticas son harto dudosas, le preguntan al Rey Herodes de Palestina si sabe dónde ha nacido un niño que va a ser rey, es decir, que le va a quitar el puesto. Si partimos de la base que el tal Herodes ya se había cargado a parte de su familia para evitar competencias en el cargo, no me parece una pregunta muy inteligente por parte de los Magos por muy sabios que fuesen en el estudio de las estrellas. Pero así son los intelectuales; se pasan la mitad de la vida en Babia.

Herodes monta la cólera producto del pavor que corroe las entrañas de los poderosos. Creo que fue Churchill quien dijo que todo dictador cabalga sobre un tigre. Si los descabalgan, están muertos. Así que sin dudarlo envía a sus sayones a Belén con la orden de ejecutar a todo ciudadano de menos de dos años que encuentren en su camino. Todos conocemos la historia: el Niño-Rey-Dios había escapado a Egipto montado en una burra rin-rin con su molinillo y su anafre, sea lo que sea un anafre que nunca lo he tenido claro.

Ahora hagamos cuentas. ¿Cuántos habitantes podía tener una aldea como Belén en el año uno? ¿Mil? Supongo que no muchos más. La tasa de natalidad primitiva, es decir,  el número de niños por cada mil habitantes que nacen en un año, era de alrededor de un 10 por mil. Así que según estos cálculos, totalmente aleatorios, en Belén nacían unos diez niños por año. Como Herodes ordenó matar a todos los menores de dos primaveras, si no me equivoco, el número de Santos Inocentes muertos fueron unos veinte; menos, porque las tasas de mortalidad infantil (bebés que mueren antes de cumplir sus primeros doce meses) eran altísimas. Así que dejemos las cifras definitivas en alrededor de 15 Inocentes.

Entendámonos; de un sólo asesinado para arriba, todo es masacre que repugna a cualquier biennacido. Pero hablábamos de los mayores crímenes de la Humanidad. No parece que unos quince o veinte muertos tenga color comparado con genocidas ilustres como Hitler, Stalin, Truman y sus bombas atómicas, Franco, Bush y la masacre de Irak o lo que está ocurriendo actualmente en Siria, por poner ejemplos de los últimos setenta años. Sobre la conciencia de esos individuos pesan miles o incluso millones de muertos. Sinceramente, Herodes parece un mal aprendiz a su lado.

Otra cosa es que la Santa Madre Iglesia, desde su matrimonio con el poder de Roma (y de todos los poderes que en el mundo han sido desde entonces) hacia el siglo cuarto de nuestra era, tuviese que cambiar al malo de la gran película sagrada. Los ejecutores de Cristo habían sido los romanos, pero eso había que taparlo de alguna manera puesto que quedaba raro aliarse con los deicidas. El malvado de lento caballo serían, a partir de ese momento, los judíos. Así que la figura de Herodes venía que ni pintada para mostrar los horrores que eran capaces de cometer los malos desde el mismo momento del nacimiento del dios. El que Herodes no fuese judío sino nabateo, es decir, árabe, no estropeó el perfecto guión del horror.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. A su criterio dejo si no será todo una tonta inocentada que quise gastarles.


P/D. Un amigo nos ha enviado esta imagen de un anafre. Ver los comentarios



2 comentarios:

Juan Antonio Diago Márquez dijo...

En Melilla y alrededores, lo llamamos anafre y lo usamos para hacer los famosos pinchitos morunos. Éste de la imagen tendrá unos sesenta años y posiblemente realizado en el Rif. Hay modelos diversos. Al parecer en sudamérica tambien se le denomina anafre, a estos pequeños hornillos, quizá legado de los moriscos expulsados de la península o de los propios cristianos que habían convivido con los árabes y se lo llevaron con sus bartulos a América.

Glens dijo...

Del Diccionario de la Real Academía de la lengua:

anafe
(Del ár. hisp. annáfiẖ, y este del ár. clás. nāfiẖ, soplador)

1. m. Hornillo, generalmente portátil.