Hoy quiero hablar sobre violencia de sexo. Lo he escrito bien, de sexo no de género. Tengo dos razones para escribirlo así. Una: el género es un concepto puramente lingüístico para distinguir palabras masculinas, femeninas y neutras. El sexo es un concepto biológico que distingue los machos de las hembras. (No lo confundamos con “practicar el sexo” que es otro eufemismo idiota de un acto perfectamente definido en castellano con una sola palabra y sus variantes) Dos: Me duelen ya las meninges de la culta giliparla políticamente correcta. ¿Estamos? Pues eso, voy a contar una anécdota sobre violencia de sexo.
Existe en Soria un bonito edificio renacentista del siglo XVI conocido como el Palacio de los Condes de Gómara. Fue mandado construir y costeado por don Francisco Lope del Río, un ganadero que se había forrado con los jugosos negocios de la Mesta. A golpe de doblones consiguió entrar en la nobleza local (perdón pero ¿no suena esto muy moderno si en vez de Mesta decimos ladrillo?) y posteriormente, Carlos II le concedió el título de Conde de Gómara a un descendiente suyo.
Se accede al edificio, hoy Palacio de Justicia, por una magnífica portada con aires de arco triunfal romano, sobre la que dos tíos enormes con sendos hachones sostienen un historiado escudo que supongo el de los condes descendientes del cabrero enriquecido. Sobre el escudo, ya llego a lo que íbamos, hay un curioso altorrelieve que representa a una mujer asomada a una ventana.
Cuentan las crónicas, que siempre tienen algo de cierto, que la señora representada era la esposa de uno de los condes de Gómara y que era aficionada, la infeliz, a asomarse a asomarse a la ventana cuando, en determinadas fiestas, estudiantes y jóvenes del lugar venían a rondarle. ¡Para qué queremos más! Una mujer como Dios manda en casa y con la pata quebrada. Como mucho puede o debe salir a cumplir con sus obligaciones religiosas cubierta, eso sí, de negro velo y acompañada de familiares o dueñas. Pero … ¿asomarse a la ventana y más si la rondan? Ningún digno descendiente de criador de ovejas podía permitir tal mancilla a su honor. (Algún día tendremos que analizar por qué el honor de los hombres se encuentra en determinada zona del órgano reproductor femenino y no en cualquier órgano masculino, como el cerebro por ejemplo) Perdón por la digresión. Continúo. Así que el ilustre Gómara, aparte de la correspondiente paliza recomendada por el confesor o padre espiritual –esto sólo lo supongo- decidió, para escarmiento de la descocada, exponerla a pública vergüenza representándola en piedra asomada a la ventana de su desdicha para que quedase constancia durante tiempos venideros de la ligereza del ánima femenil cuando un hombre no la encarrila por los caminos que manda el Señor.
Bestialidad sí que lo es, pero no de las más gordas. Tenemos en Granada otro palacio con un precioso balcón esquinero cuyos vanos están tapiados. Cuentan que no sólo se tapió el balcón sino toda la estancia, con esposa incluída dentro, por una presunta infidelidad. Parece más bruto que lo del conde soriano aun teniendo en cuenta el mayor bullir de los pulsos a orillas del Darro que en las parameras de Soria. Así podríamos continuar poniendo ejemplos, pero quizás fuere mejor comenzar un tratado más amplio sobre la bestialidad de la violencia de sexo en la arquitectura española. Regalo la idea a jóvenes investigadores.
Fotos: portada del Palacio de los Condes de Gómara (Soria) y detalle del relieve de la dama de la ventana.
1 comentario:
Bueno,partiendo que la violencia más generalizada es la que ejerce o ejerció en la historia el hombre hacia la mujer,lo suyo sería decir "violencia machista" y si se produce al revés,sería "violencia hembrista".
La idea es muy buena.No sé si habrá algo hecho para hacer un compendio de la violencia machista en la arquitectura.Creo que hay unas arquitectas francesas que tienen hechos algunos estudios sobre arquitectura e igualdad,pero no en el sentido que esta entrada apunta.
Un saludo.
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