Resistencia numantina: dícese de aguantar carros y carretas antes de ceder ante lo que nos parece un abuso, injusticia, presión injustificada, violencia sobre nuestra persona o simplemente que nos están tocando aquello en que ustedes y yo estamos pensando. Es una expresión un tanto olvidada pero que, mucho me temo, habrá que desempolvar con la que nos está cayendo, y seguirá cayendo, encima.
Su origen de viene, lógicamente, de la resistencia de la ciudad de Numancia frente al poderío militar romano. Cuando nos enseñaban historia en aquellos tiempos gloriosos del Imperio hacia Dios y la Unidad de Destino en lo Universal, España nacía con Viriato si no antes. (Viriato: héroe guerrero de la mitología franquista que ya portaba todos los valores de la España eterna en su lucha contra el invasor romano que era pagano, degenerado y mataba cristianos. El que Viriato fuese luso, o sea portugués, y que viviese casi dos siglos antes de Cristo son pequeños detalles que no oscurecen la realidad.) Cuando Viriato fue traicionado y muerto por tres malvados traidores vendidos a Roma, sus guerreros se refugiaron en Numancia. Allí que te fueron las legiones dispuestos a acabar con ellos y con los numantinos; pero surge el genio, la fuerza y el valor del español eterno y el ejército invasor fue derrotado una y otra vez durante veinte años. Finalmente, Publio Cornelio Escipión Emiliano pone férreo cerco a la heróica ciudad y los numantinos, antes que entregarla, la incendian y se arrojan en masa a las llamas. No quedó ni uno para contarlo. De ese manantial surgirá el inabarcable río del valor y furia española que alcanza cumbres inaccesibles en el Invicto Caudillo, la Espada más Clara de Occidente, Francisco Franco Bahamonde. Así me lo contaron y así os lo transmito.
Lástima que la Historia nos diga otra cosa. El cerco de Numancia y su resistencia hay que enmarcarlo en las sublevaciones celtíberas frente a la ocupación romana. No tiene nada que ver con Viriato que andaba por tierras occidentales distintas. Como preparación a la invasión de Italia, el cartaginés Aníbal había ocupado toda la península hasta el río Ebro. No fue una ocupación pacífica, pero estuvo basada en acuerdos entre púnicos e hispanos en general. Aníbal buscaba materias primas y hombres para su ejército, no la ocupación de territorios.
Tras la derrota cartaginesa los nuevos amos de Hispania son los romanos y Roma no es una sociedad de comerciantes y empresarios sino militar y guerrera. Donde llega, sojuzga, se apropia y se queda. De ahí las sublevaciones contra esta forma de invasión pura y dura por parte los distintos pueblos iberos, celtíberos, celtas y, en general, de las sociedades menos integradas en la cultura mediterránea del interior de la península Ibérica. Hablamos del siglo II antes de Cristo. En ese conflicto se enmarca el cerco y destrucción de Numancia, ciudad celtíbera que dominaba las comunicaciones entre Tarraco (Tarragona), la principal ciudad romana de la costa levantina, y Astorga, centro de la minería del Noroeste peninsular. No fue cuestión de heróicos Viriatos, sino de control de las riquezas de un territorio.
Aún así, para la leyenda queda la resistencia numantina durante veinte años, derrotando cónsul tras cónsul enviados desde Roma. Y la figura de Escipión Emiliano rodeando de campamentos fortificados la ciudad y desviando las aguas del río. En las excavaciones realizadas in situ, los arqueólogos encontraron una capa de ceniza gruesa y extensa que indica claramente que la ciudad fue incendiada y destruída, pero los cronistas de la época nos hablan de la gran cantidad de esclavos procedentes de Numancia que se vendieron en Roma. Así que la imagen del suicidio en masa de los numantinos no pasa de ser una romántica leyenda. Mas “si non e vero e ben trovato” (o algo así que no sé muy bien cómo se escribe).
Para ilustrar este post, me he permitido colgar en Picasa unas fotografía de Numancia y del Museo de Numancia (Soria) que tomé hace unos días en un precioso viaje que tuve el placer de regalarme por tierras sorianas. Este es el enlace para acceder a ellas.
Para aquellos interesados en el tema, recomiendo la lectura de la novela Numancia de José Luis Corral.
Foto: vista panorámica de las ruinas de Numancia
1 comentario:
Muy buena informacion
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