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29 de junio de 2011

PAÍS DE ANALFABETOS

Leo por ahí que en el informe PISA digital pues resulta que tampoco; que tampoco nuestros niños saben manejarse con el mundo de la lectura digital: que ni leen, ni entienden, ni saben seleccionar los textos ni pulir la información…

Vamos a ver y vamos a ver; no es que los niños no lean en los formatos digitales, es que no leen: ni en ordenador, ni en libros electrónicos, ni en papel, pergamino o papiro, ni en tablillas de barro cocido. Simplemente no leen. No les hemos enseñado, o no hemos podido, a que la palabra escrita se traduzca en una imagen en sus cerebros. Así de simple. Por tanto la lectura es para ellos un ejercicio árido, costoso y aburrido y la rechazan.

También es pena. Durante buena parte del siglo XIX y más de la mitad del XX, todo intelectual reformista, regeneracionista o moderadamente revolucionario (los intelectuales, por su condición burguesa, nunca han estado en la punta de la revolución), todo intelectual, decía, veía imposible el progreso de nuestras Españas sin terminar previamente con la lacra del analfabetismo. Recordemos que al final del XIX era de más del 60% en los hombres y un espantoso 90% entre las mujeres. No podíamos salir de abismo del subdesarrollo con una población que no sabía ni leer ni escribir. Es por ello que la primera gran preocupación de la II República fue la educación: una escuela en cada pueblo, un instituto de bachiller en cada ciudad, dignificación social y salarial del maestro, enseñanza para adultos, teatro público, gratuíto y ambulante (recordemos “La Barraca” de Lorca) … Alfabetización como premisa para poder ahondar en la democracia y el desarrollo.

El franquismo no hizo nada por ello, aunque el desarrollismo de los años 60 hizo que las clases más deprimidas puedan permitirse, con grandes sacrificios y mínimas ayudas, que sus hijos puedieran tener unos estudios básicos y, unos pocos, medios e incluso universitarios.

No será hasta la llegada de nuestra actual democracia que acabemos prácticamente con el analfabetismo total. No ya una escuela en cada pueblo, sino las que hagan falta más el instituto(s). Y casi una universidad en cada ciudad. Becas, libros gratuítos, enseñanza obligatoria hasta los 16 años... Pero, por eso decía lo de la pena, coincide este tremendo esfuerzo social con la eclosión de la televisión en color con tontocientas cadenas las 24 horas del día, los juegos informáticos, la red y el telefonillo. A las familias les resulta más cómodo dejar al niño en la tele que ayudar al profe para que el tierno tarugo coja un libro. Molesta menos el vástago de sus pulsos idiotizado ante una pantalla que pensante y, por ende, querellante.

Ante este problema, el de una población juvenil que conoce las letras pero que sigue siendo técnicamente analfabeta puesto que no hace uso de ese conocimiento, las administraciones han tomado caminos que nos dejan perplejos: libros de texto inadaptados para las edades propias (eso sí, con mucho colorín); mucha tele y vídeo en las aulas pero ni un solo libro de consulta; ordenadores para todos, incluídos niños de seis años (???) pero bibliotecas ridículas en los centros; sobrecarga de conocimientos y datos en los programas, pero ausencia total de prácticas de lectura, con lo que conocimientos y datos de programa nos están sobrando puesto que los niños no los alcanzan al no saber prácticamente leer.

¿Exagero?  Podría seguir con este panorama desolador. Las casas familiares con pantallas (varias) de televisión gigantescas y ni una sola novela. Padres que no cogen un libro en la vida aunque sólo fuese porque sus hijos les vieran. Abuelas que siguen diciendo que eso de leer no puede ser bueno para la vista… Así que el informe PISA no hace sino poner música a la letra que todos nos sabemos: seguimos siendo un país de analfabetos.

Bien, lo tengo que dejar que llevo un rato que no sé qué hacen mis hijos en la tele.

Recomiento encarecidamente la relectura del discurso de García Lorca publicado en este blog

1 comentario:

Anónimo dijo...

LO MISMO OCURRE EN ARGENTINA...!