Estimada Su Majestad: perdonad que me vuelva a dirigir respetuosamente a SM, más aún si resulta que comienzo con una frase que era la cantinela de mi santa madre en mi adolescencia: “Cuidao que te lo dije”.
En mi primera carta le mostraba las delicias de una honorable jubilación cuando el cuerpo aún aguanta y los cariños se sustentan. Pero nada, o la misiva no le llegó a SM o, sorprendentemente, no me quiso hacer caso. Ahora va y le sale un yerno de ancha moral y más ancho bolsillo y alguno de los palos del sombrajo monárquico empiezan a tambalearse. Mala cosa. Que mire SM que el monarquismo de este país tiene menos raíces que gente que haya leído el Quijote (o algo), y que la cosa no viene de hoy que viene de antiguo y llueve sobre mojao.
Fíjese SM. Ya en tiempos de su antecesor en el cargo, que no familiar de sangre, don Carlos I, rey de las Españas y Emperador del Imperio Romano-Germánico nada menos, que ya es decir algo, que no era un monarca de un conjunto de Comunidades Autonómicas peleadas por defender que las morcillas que se hacen un su pueblo son las mejores, ya en esos tiempos decía, los Comuneros le montaron un pollo por un quítame allá de recortes en libertades y aumentos de impuestos que le dejaron la corona “daleá” sobre una de sus reales orejas. Aún no discutían la divinidad de la monarquía pero sí su derecho -de él, de Carlos- a ocuparla. Complicado ¿eh?
A su pálido y rarito hijo, don Felipe II, le salió un forúnculo en sus reales posaderas con un tal Lope de Aguirre, aventurero equinoccial que desde ignotos territorios amazónicos planteó que la autoridad real no saltaba la Mar Océana y que por tanto él como descubridor y salvaje conquistador de pro podía hacer lo que le saliese de sus mismísimos. No es que en su momento tuviese mayor importancia la cosa, pero al final, tres siglos después, tras zurrarnos en la batalla de Ayacucho, las Indias (por mal nombre Américas) se nos convirtieron en Repúblicas y sus dirigentes no fueron revolucionarios indígenas que se tomaran justa revancha por la genocida conquista, no, sino hijos de españoles que bien amamantados por la Corona Española al final nos salieron de la cáscara amarga con eso de la liberté, egalité y la fraternité. Atentos al patadón, SM y lo digo con todos los respetos.
Pero no hay que irse a tierras tan lejanas para sentir vientos de fronda en nuestras históricas mejillas que republicanazos y desafectos al trono los tenemos en nuestros propios rastrojales. Si hablamos exclusivamente de su propia familia borbona, cuatro de sus abuelos/as fueron apeados del cargo de malas maneras, a saber: Carlos IV, Fernando VII, Isabel II y su yaya de SM Alfonso XIII. Bien es verdad que al primero lo mandó al paro su propio hijo don Fernando VII “El Deseado” (¿por quién, con esa pinta casposa con que nos lo pinta Goya?) y que éste lo fue por un Napoleón que quería colocar a su hermano, pero los otros dos no: a la Isabel y al Alfonso les aplicaron un ERE inmisericorde dos sendas Repúblicas que si bien no tuvieron posibilidades de sobrevivir por mor de oscuras fuerzas eclesiales, cuarteleras y plutocráticas, ahí estuvieron zarandeando los divinos derechos reales de ordenar y mandar.
Y, con todo el cariño se lo digo a SM, no vaya a fiarse de que aquí ya no hay izquierdas de verdad, que votamos a la derecha hasta los más pringaos y que a la mayoría de la gente la palabra Presidente sólo le recuerda al Harrison Ford secuestrado en un avión grande de cojones. No. Si mal no recuerdo, antes de llegar SM a donde está, aquí dictó gobierno un señor bajito, mediocre general y peor persona, durante casi cuarenta años, siendo apoyado no precisamente por la izquierda; y nadie dijo nada sobre volver a traer un Rey. (Y si lo dijeron, fueron pocos y muy quedo, muy quedo) Que los chistes sobre la capacidad intelectiva de SM no salían de las células revolucionarias que no estaban precisamente para bromas y si no, pregunte, pregunte SM entre los fachas demócratas de toda la vida.
He querido mostrarle que los sentimientos monárquicos de este país no son muy profundos. Una cosa es que estemos agradecidos a su real persona por algunos favorcillos como favorecer el desarrollo democrático o pararnos la ostia que se nos venía encima el 23F y otra muy distinta es que sintamos mayor aprecio por la institución monárquica. Por eso insisto ¿y una jubilación a tiempo y a quien Dios se la dé que San Pedro se la bendiga? Que mire SM que me daría mucho regomello tener que repetir aquello de “cuidao que te lo dije”.
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Libro recomendado: La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, de Ramón J. Sender
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1 comentario:
Ufff, eso de "cuidao que te lo dije, me suena a profecía...
Como siempre, genial tu artículo.
Un saludo de Samuel.
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