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29 de noviembre de 2011

LA CÚPULA DE LA CATEDRAL DE JAÉN



En cierta ocasión alguien me quiso definir la arquitectura como la racionalización de un espacio mensurable a escala humana. O al menos eso fue lo que entendí. Pero me temo que no existen definiciones simples a la expresión artística. Cada vez que cogemos una pluma, pincel, cincel o compás trasvasamos a través del instrumento toda una forma de ver, entender, sentir o temer el mundo que nos rodea, físico y espiritual. O político, social y religioso. La obra resultante  casi siempre nos mostrará el mundo que el artista ve o al que aspira, su interpretación personal y colectiva en un momento concreto.

Así una iglesia románica nos está mostrando una sociedad que necesita un refugio de salvación frente a un mundo hostil e inseguro; un espacio recogido, oscuro, que responde a temores milenaristas, en el que el ser no es individuo sino parte de un colectivo y el artista no es tal sino un simple cantero anónimo parte integrante del mismo.

El gótico es la Iglesia triunfante. El conjunto social pierde los temores al fin del mundo inmediato con su Juicio Final y los terrores del infierno. La vida es más amable en una sociedad que se enriquece. Aún así, el camino de la salvación eterna pasa por el que nos marca esa Ecclesia, asamblea de fieles dirigidos por sus pastores. Camino de luz hacia las alturas representado en los altísimos arcos ojivales, vidrieras y pináculos. Pero el individuo aún no es tal, sino integrante del rebaño de Cristo.

Hay que esperar al Renacimiento para que podamos hablar del espacio mensurable a escala humana. El artífice se nos convierte en artista, con nombre y apellidos. La línea arquitectónica se transforma en la matemática de la geometría euclidiana, perfecta , racional y humana que no divina.  La belleza se esconde en la medida y los cielos se entienden en la perfección de la armonía de las esferas cuya representación perfecta es la cúpula. En el centro, el hombre, el individuo.

Todo lo dicho quizás no es más que una vana reflexión al hilo de la imagen del interior de la cúpula de la catedral de Jaén que encabeza este artículo. Arquitecto, Andrés de Vandelvira. Digo vana reflexión porque (me repito al escribirlo) el arte para el espectador es mirar, ver y sentir. Explicarlo… allá cada uno que podrá haber tantas interpretaciones como interpretadores. Pero ante la obra de Vandelvira tendremos todos algo en común: la boca abierta y los ojos brillantes ante tanta belleza.


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Foto: interior de la cúpula de la Catedral de Jaén. Realizada por el autor.

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