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10 de octubre de 2012

EL NIÑO ERGASTER QUE MURIÓ DE HAMBRE


Este artículo lo leí hace unos días en el Huffington post. Su autora es Rosa M. Tristán y habla de dos cosas que me interesan especialmente: el origen de la especie humana y su indignidad en demasiadas ocasiones. Lo transcribo entero porque creo que merece la pena ser leído.


El niño más primitivo hallado en África, anémico



Un equipo de investigadores españoles, liderados por los responsables del Instituto de Evolución en África (IDEA), ha encontrado restos fósiles de un niño que vivió hace 1,5 millones de años en la Garganta de Olduvai (Tanzania). Es el primero que se halla de un pasado tan lejano y su interés radica en que era anémico, como tantos otros hoy en ese continente.


Sin embargo, gracias a esta patología, que hoy continúa estando detrás de muchas muertes infantiles, estos investigadores han averiguado que ya entonces su fisiología era exactamente como la nuestra, aunque tenía un cerebro bastante más reducido (unos 850 centímetros cúbicos, frente a los 1.400 cc. Nuestros).

Según publican esta semana en la revista científica PLOS ONE, en uno de los yacimientos en los que trabaja el equipo, hallaron dos fragmentos de cráneo, probablemente de un crío de la especie Homo ergaster que no había cumplido aún los dos años. De su estudio concluyeron que padecía una anemia (la Hiperostosis porotic) que se produce específicamente por falta de consumo de carne, el alimento que entonces proporcionaba, en la sabana africana, las vitaminas B9 y B12 de las que carecían sus huesos. "Esto significa que esa carne era fundamental para nuestros ancestros, que dependían de él para su supervivencia. Si no fuera así, no habría enfermado", me explica el arqueólogo y director del trabajo Manuel Domínguez-Rodrigo, de la Universidad Complutense de Madrid.

Y si era tan importante, el arqueólogo deduce que no podía ser algo que llenara los estómagos de aquellos primitivos humanos esporádicamente. Para que formara parte de su dieta habitual aquellos antepasados debían de ser ya grandes cazadores, y no solamente carroñeros. Ahí entra de lleno en el gran debate científico: en nuestro remoto origen ¿nos conformábamos con las sobras de otros carnívoros o inventamos ya entonces las armas con las que conseguir grandes reservas de carne, que compartíamos en el grupo?
El equipo de Domínguez-Rodrigo apuesta por lo segundo, y para probarlo recaban pruebas desde hace años en la Gargarta de Olduvai, la llamada Cuna de la Humanidad, donde han encontrado campamentos con huesos de piezas tan grandes como una jirafa.
De confirmarse, la caza implicaría que la familia humana es agresiva con otras especies desde muy antiguo. Algunos colegas puntualizan que con un solo caso no se puede definir el comportamiento general, pero lo cierto es que no hemos dejado desde entonces de destruir y masacrar otros animales, y no con el justificable argumento de evitar la muerte.


Es más, cuando Domínguez-Rodrigo me anunciaba su hallazgo, no pude por menos recordar a otros muchos niños africanos anémicos que, un millón y medio de años después, siguen sin poder comer carne, niños que siguen muriendo a los dos años, niños cuya capacidad intelectual se verá mermada porque no tuvieron una dieta básica.... pero que no cuentan para gobiernos que 'capan' la ayuda exterior a la cooperación que les puede ayudar a salir adelante.


Aquel primitivo niño africano anémico, de hace 1,5 millones de años, fosilizado, murió de hambre. Desde entonces hemos evolucionado mucho, el cerebro creció y ya no somos cazadores (salvo excepciones), ni carroñeros por supervivencia. Ahora se mata cambiando cifras y porcentajes en una pantalla de ordenador. Todo un avance.
8 octubre 2012


Foto: Reproducción de Homo Ergaster, en el Museo de la Evolución de Burgos. Tomada por el autor.



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