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12 de septiembre de 2011

EL NACIMIENTO DE VENUS


Me ocurrió hace años. Lugar, la Galería de los Uffizi, en Florencia. Deambulaba yo como abducido por uno de sus pasillos, con los ojos y el alma llenos de las imágenes de un cuadro que acababa ver,  en estado casi de trance (mis amigos de Cádiz lo llaman “acarajotao” que es como mucho más descriptivo).  En eso me detiene una muchacha joven  que me saluda con simpatía desbordante y a mí, un tanto ido, no se me ocurre más que preguntar: “¿Nos conocemos de algo?”. ¿De algo? Pues sí: era la vicedirectora de mi instituto con la que llevaba, ya, dos años trabajando. Grabadas llevo en los recovecos de mis circunvoluciones cerebrales (las pocas que pueda haber) el cuadro, la escena y la torpe grosería cometida con mi compañera.

La pintura que me había dejado fuera de mis centros era El Nacimiento deVenus” de Sandro Botticelli el pintor florentino del Quattrocento que estudió con fra Filippo Lippi, de quien aprendió la delicadeza del trazo, la belleza etérea de sus madonas, la dulzura de su visión del mundo. Botticelli, quien también fue asiduo  visitante del taller de Verrocchio donde cogía sus primeros pinceles un joven Leonardo que llevaría hasta la perfección casi inhumana del sfumato los delicadísimos volúmenes de Sandro, que semejan casi bajorrelieves.

Fue Botticelli quien, con su Venus divinamente desnuda, saca a la mujer del oscuro subterráneo de objeto de pecado o de madre desnaturalizada por una virginidad incompresible, donde fue encerrada por tétricas creencias religiosas que santificaban el miedo del macho ante el arcano femenino. Frente a la Eva pecadora, la prostituta Magdalena o la María rendida a su destino del “Señor, hágase en mí según tu palabra”, el pintor eleva la femineidad al trono de la divinidad, con la gloria de la belleza del cuerpo en primer plano y de la sabiduría, que representaba Venus en su culto más hermético, en un fondo no descrito más que en la mirada infinitamente profunda de la diosa.

Así surge Venus, la Mujer, en el cuadro de Sandro; goza (gozamos) de un cuerpo –el más bello desnudo femenino, a mi parecer, junto con “La Venus del Espejo” de Velázquez, de la historia de la pintura- que puede ser el de una jovencita recién salida de la adolescencia, en la cumbre de la perfección, que no de la sensualidad, más propia de la madurez, con un limpio erotismo que sólo se insinúa en la curva de la cadera. Se desliza sobre su preciosa venera, la concha símbolo de todos los amores que no entienden de legitimidades, sobre unas estereotipadas olitas, simple escenario que no nos distrae un ápice del divino surgimiento a orillas de la isla de Citerea. Los vientos, Eolo y Bóreas,  soplan suavemente;  llevan a la diosa hacia la costa, alborotando sus largos cabellos (demasiado largos para la pícara mirada de cualquier varón),  mientras la Primavera se apresura a cubrir con un manto de flores la mágica desnudez. Todo ello relatado con una delicadeza de colores y volúmenes que crean un espacio que no tiene nada que ver con nuestras vulgares vidas  de simples mortales.

La modelo de Botticelli fue Simonetta Vespucci, pintada en otros muchos de sus cuadros. Casada con un lejano pariente del navegante que dio nombre al continente descubierto por Colón, fue -muy posiblemente- la amante de Giuliano de Medici, el hermano del magnífico Lorenzo. Y fue el gran amor de Sandro Botticelli. Nunca podremos saber si la casi imposible belleza con que siempre la retrató el pintor, fue realidad papable por los sentidos o la visión perfecta de un hombre enamorado.  Tan enamorado, que más de treinta años después de la muerte de la chiquilla –tenía sólo 23 años cuando esto ocurrió- cuando le tocó el duro tránsito al pintor, quiso y logró ser enterrado en la misma iglesia en la que reposaba Simonetta para seguir adorándole durante el tiempo que dure la eternidad, que puede ser, simplemente,  el instante del nacimiento de Venus.

2 comentarios:

José Luis Rodríguez dijo...

Excelente artículo. Se comparte plenamente lo que se siente al ver este cuadro. Cuanto más lo veo, más me impresiona.
Enhorabuena por las primeras 10.000 visitas al blog. En pocas semanas, las doblamos.

Lina dijo...

Tu blog me parece una maravilla en el proceloso mar de Internet, ya te tenía fichado, y, de hecho, enlazado, pero una vez más, me he dado una vuelta x aquí, y al ver este cuadro fascinante no puedo menos que hacer un comentario para agradecerte tu -inmenso-trabajo y felicitarte. Un saludo.