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24 de enero de 2011

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS

San Jerónimo, obra de Pietro Torriggiano.
Museo de Bellas Artes de Sevilla.



Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los hombres de bien no hagan nada.

Abro la entrada con esta la frase de San Jerónimo que me puso a cavilar el otro día cuando la leí. San Jerónimo fue ese Padre de la Iglesia que tradujo la Biblia al latín, versión conocida como la Vulgata, que ha sido la versión más o menos oficial de las Sagradas Escrituras para la Iglesia Católica y que, por cierto, no se permitió leer en castellano hasta después del Concilio Vaticano II, metidos ya en la segunda mitad del siglo XX.
También fue tarea de San Jerónimo, como secretario del papa San Dámaso, decidir cuáles de las tradiciones recibidas sobre la vida y enseñanzas de Cristo eran palabra de Dios y cuáles no. Ardua tarea si no se tenía comunicación directa con el Sumo Hacedor. Al final la cosa quedó en cuatro Evangelios, la recopilación de los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis de Juan de Patmos. Finalmente, el santo Padre de la Iglesia, terminada la faena, se retiró a una cueva cerca de Belén a darse con un pétreo ñusco en el pecho para penitenciar por sus pecados (muchos de los cuales tenían que ver con el sexto mandamiento, el más complicaíllo de todos). Así es como nos lo han representado posteriormente los grandes artistas que del tema se han ocupado.

Estamos hablando del paso entre el siglo IV y el V después de Cristo. Por situarnos, es el momento de la descomposición final e inicio del derrumbamiento del Imperio Romano de Occidente. Es el momento en que los pueblos bárbaros campan por sus respetos por las tierras imperiales, bien como aliados sangrando las ya exhaustas arcas del imperio, bien dedicándose al pillaje puro y duro. Metámonos en los cueros de un ciudadano de la época y lo que ve como aterrorizado espectador. El Estado, como estructura organizativa está al borde de la desaparición. Una serie de emperadores inútiles rodeados por cortesanos y funcionarios que pillaban (sensu stricto) más que el propio Genserico, rey de los vándalos, al grito de sálvese quien pueda, eran incapaces  no ya de hacer frente a la situación, sino ni siquiera de apoyar y mantener en los puestos claves a gente que sí era capaz de hacerlo; recordemos a los grandes generales Estilicón y Aecio.  Las intrigas palatinas por arramblar con los restos del poder de gentes siniestras como Gala Placidia, hija, hermana y madre de emperadores muñecos, impedían cualquier labor de gobierno coherente. La actividad comercial se derrumbaba y con ella las ciudades, centro de una civilización eminentemente urbana como había sido Roma. Los modos de vida, religiones y creencias centenarios o milenarias, se ven desplazados, con violencia en muchas ocasiones, por una nueva religión oriental totalmente ajena al pensamiento clásico o al popular, pero aliada, eso sí, con los poderes terrenales. Ese ciudadano al que nos referíamos ve que su mundo se hunde y se siente bien, incapaz ,bien, desalentado de hacer nada para impedirlo. Ahí es donde encaja  esa especie de advertencia  desesperada que es la frase lapidaria de San Jerónimo. Nada es remediable si nada hacen los hombres de bien ante el desastre.

Me da un poco de vergüenza exponer algo tan obvio como los motivos que tuve para que la frasecita de marras me inquietase. Ante hechos tan graves como guerras imperialistas por motivos económicos, asalto canallesco a derechos laborales ganados con sangre sudor y lágrimas en nombre de mercados anónimos pero que tienen nombre y apellidos si se los queremos poner, corrupción política manifiesta, destrucción del medio natural que nos rodea que en casos puede ser irreversible, países de miseria hambre y enfermedad gobernados por oligarquías dictatoriales al servicio de los países ricos, masacres en nombre de no sé qué dioses, medios de comunicación que parecen auténticos albañales… ante todo ello y más ¿qué hacen los hombre de bien? Al parecer, callan. ¿Es un silencio pasmado e impotente el que estamos viviendo o es el silencio de los corderos? Y conste, para mi desesperanza, que no podemos retirarnos a ninguna cueva en Belén piedra en mano que bonita está la cosa allí con el ejército israelí y compañía.

Nota: este artículo se escribió bastante antes de que comenzase el movimiento de los Indignados ó 15M como le llama la giliprensa para no tener que escribir mucho. Gracias a ellos quizás quede como un fósil para el recuerdo. Ojalá.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que la foto es errónea. Ese es el San Jerónimo penitente de Pietro Torriggiano. Justamente Montañés retoma el modelo de Torrigiano para realizar su propio San Jerónimo penitente.

Daniel García-Parra dijo...

Perdón y perdón. Tiene toda la razón nuestro corresponsal anónimo. La obra es de Pietro Torriggiano y el error es mío. Muchas gracias por tu aportación.