El otro día hice un viaje desastroso. Me fui a Toro, en Zamora, con la intención de volver a visitar su Colegiata románica que ya hace muchos años me había encantado. El parte metereológico me anunciaba una día de nubes y claros propio de la Castilla invernal.
Nubes sí que había. Lo que no vi fue los claros; es más, me cayó una lluvia fina y helada desde un cielo gris oscuro que parecía colocado a veinte metros sobre mi cabeza. Una preciosidad. Persistí en el intento pensando que de todas formas podría hacer alguna foto de interior con luz penumbrosa y cierto aura de misterio. ¿Interior? La Colegiata estaba cerrada y en obras, lo que no había visto anunciado por ninguna parte. Bien, por el aquél de informarme busqué y hallé la Oficina de Turismo de Toro … con un precioso cartelito en su puerta diciéndome que los lunes dicha oficina cerraba al público. Con las mismas cogí el coche y me volvía a casa sin haber comprado ni siquiera una botella del rico vino de esos pagos por el mosqueo que llevaba.
Nubes sí que había. Lo que no vi fue los claros; es más, me cayó una lluvia fina y helada desde un cielo gris oscuro que parecía colocado a veinte metros sobre mi cabeza. Una preciosidad. Persistí en el intento pensando que de todas formas podría hacer alguna foto de interior con luz penumbrosa y cierto aura de misterio. ¿Interior? La Colegiata estaba cerrada y en obras, lo que no había visto anunciado por ninguna parte. Bien, por el aquél de informarme busqué y hallé la Oficina de Turismo de Toro … con un precioso cartelito en su puerta diciéndome que los lunes dicha oficina cerraba al público. Con las mismas cogí el coche y me volvía a casa sin haber comprado ni siquiera una botella del rico vino de esos pagos por el mosqueo que llevaba.
Aún así, alguna foto conseguí de la maravillosa cúpula de la antedicha Colegiata. Ésta, nos la encuadran los libros de arte en el conjunto de tres edificos románicos con cúpulas gallonadas sobre sus cruceros, a saber: la Catedral vieja de Salamanca, la Catedral de Zamora y del edificio que nos ocupa, aunque en este último , su cúpula no sea realmente gallonada y es más moderna. Se llaman cúpulas gallonadas a aquellas que están hechas con gallones, es decir, cubiertas formadas por a modo de gajos de naranja cortados horizontalmente por la mitad. Las de Zamora y Salamanca están decoradas por unas escamas que les dan un aire absolutamente original. En los tres casos se asientan sobre esbeltos tambores con multitud de ventanas, que procuran una sorprendente luminosidad al interior de estos edificios de estilo románico, caracterizado por crear ambientes muy oscuros. Las tres cúpulas comparten una influencia manifiesta de la arquitectura bizantina característica del otro extremo del Mediterráneo.
Pero ya me he enrollado demasiado y, en este caso, más valen tres imágenes que todas las tonterías que se me ocurran decir. Con ellas os dejo.
Catedral de Zamora
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Fotos del autor. Para verlas en grande (recomendado), basta con "pinchar en cualquiera de ellas.
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