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23 de marzo de 2011

HIPÓCRITAS


No quiero que el horror se me convierta en hábito. No quiero que el espanto de ver la maquinaria de guerra masacrando personas, destruyendo viviendas e infraestructuras vitales para una población, se me haga tan normal como esos actos cotidianos que realizo mecánicamente y que en ocasiones no recuerdo si los he hecho o no. Me niego a convivir con la brutalidad. Como decía Forges ayer mismo, no existen guerra justas ni injustas, sólo malditas guerras.
Aún teníamos frescas en nuestra mala conciencia las imágenes de Irak cuando vemos de nuevo las bombas, los misiles, los F18 y demás espantos cayendo sobre gentes indefensas de Libia en nombre de la libertad, democracia y derechos fundamentales esgrimidos por los de siempre: Estados Unidos, Francia, Inglaterra y sus palmeros, entre los que nos encontramos nosotros, precisamente nosotros.

Recuperemos, aunque sea momentáneamente, nuestra memoria histórica colectiva y trasladémonos a otro escenario: España 1.936. Algunos generales facciosos sublevan el ejército contra el Gobierno legalmente constituído, refrendado por las urnas y respaldado por la Constitución a la que habían jurado lealtad esos mismos generales. La ideología del golpe estaba clara: se sumaban a él los grupos fascistas como Falange y las JONS. Lo apoyaban los terratenientes latifundistas, los carlistas de la ultraderecha, lo subvencionaban algunos banqueros como Juan March y bendecían los cañones con los brazos en alto los altos jerarcas de la Iglesia Católica. Desde el primer día comenzó la represión y los fusilamientos. Una de las primeras víctimas fue un Franco, primo del general rebelde que, personalmente, lo mandó matar. Luego se desataría el horror: Río Tinto, Badajoz, Granada, Guernika … Ni el más ciego de los espectadores internacionales podría pensar ni sostener que la rebelión fascista encarnaba valores de democracia, libertad o derechos humanos.

¿Y qué hicieron esas potencias que hoy lanzan bombas “inteligentes” para salvaguardar la civilización? Un pacto de no intervención. La masacre española era un asunto interno en el que no se debía intervenir. Dejaron a un gobierno democrático y a un pueblo sin ejército, prácticamente sin armas, solo frente a una agresión fascista. Bien es verdad que se pudieron organizar las Brigadas Internacionales, grupos de civiles voluntarios que vinieron a luchar por esos valores a los que sus gobiernos dieron la espalda; que la URSS vendió a la república chatarra militar a precio de oro … nada comparado con la ayuda de Hitler y Mussolini a los facciosos. Se puede argumentar  que las democracias quedaron paralizadas precisamente por miedo a desencadenar una guerra total frente a Alemania e Italia. Bien, en todo caso esa guerra estalló cuatro meses después de terminar la contienda española. Pero, ¿y después?

Después la dictadura franquista fue reconocida por los mismos países que hoy masacran gente en nombre de la libertad. El presidente de los Estados Unidos abrazaba públicamente al tirano a cambio de establecer bases nucleares en nuestro país.  Se permite acabar a tiros con los guerrilleros que intentaron resistirse creyendo que recibirían apoyo como pago por su lucha contra los nazis en el maquis francés o en los ejércitos aliados. Cuarenta años de dictadura con la aquiescencia más o menos vergonzante de los adalides de los derechos humanos. Está claro que no teníamos petróleo. No éramos importantes salvo por nuestra posición geoestratégica que Franco vendió por mantenerse en el poder. Así nos fue.

No. No quiero creerme ninguna de las justificaciones de esos hipócritas. Han tenido años para echar al dictador libio sin necesidad de emplear misiles. Han tenido decenios para demostrar que no se iba a permitir que gobernasen gentes como Franco, Pinochet, Videla y tántos más. Me avegüenzo de la cretinez de mi gobierno que envía cuatro ridículos aviones para hacernos  cómplices del horror, al que no quiero acostumbrarme. No existen guerras justas.

 Foto: El presidente de Estados Unidos, Eisenhower,  abraza al general Franco


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola:

Totalmente de acuerdo.Cada día hay más cinismo en la información sobre las contiendas bélicas,justificando lo injustificable.Las guerras son siempre injustas y yo tampoco me quiero acostumbrar.
No existen gobiernos,existe la codicia del capital y el mantenimiento de este neocapitalismo sea como sea,cueste lo que cueste,dañe lo que dañe.
Si realmente les interesase derrocar las dictaduras hay muchas más pero sin interés económico.
Para las guerras siempre hay dinero,para los pobres no.Nos recortan los salarios,pensiones,derechos luchados y adquiridos.
Cinismos,mentiras,guerras,codicia,
muertes...Y seguimos callados.
Un saludo
Esperanza.

Anónimo dijo...

Muy cierto, demasiado cierto. Lo que hizo la URSS, supuestamente apoyando a los comunistas españoles (stalinistas hay que dejar claro, a los seguidores de Trotski ni agua) de prestarles cuatro "armas" a cambio de oro y la no intervención de los aliados al acabar la Segunda Guerra Mundial demostró muchas cosas, da igual quien gobierne si es "afín" al capitalismo...