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7 de noviembre de 2010

ALBA DE TORMES


Señor Duque, señor Duque
Último Duque de Alba
Mejor duque del ocaso
Ya sin albor, sin mañana […]

Así comenzaba una poesía, no recuerdo si de Alberti o de Neruda, dedicada, durante la Guerra Civil, al Duque de Alba del momento ; contaba una escabrosa historia de supuestas infidelidades de su esposa con un conocido torero. Al igual que mucha poesía de contenido meramente político tiene poquito valor literario pero era una joya cuando los jovencitos del tardofranquismo la berreábamos (tenía su musiquita) con frenesí alcohólico-revolucionario en las inmensas noches granadinas, no sé muy bien si como provocación o por mero placer de vivir en el filo de la navaja.

No había vuelto a pensar en la coplita hasta el otro día que fui a darme un paseo por Alba de Tormes, solar de la casa ducal; allí resurgió de vete tú a saber qué recoveco de la memoria mientras visitaba lo que queda de la ruinas del palacio de los duques de Alba. Que queda bien poco: exactamente la Torre de las Armas. El resto fue destruido durante la Guerra de la Independencia entre los franceses, que establecieron en él un acuartelamiento y un gerrillero castellano que voló lo que las tropas napoleónicas dejaron en pie. También contribuye la actual duquesa de Alba que de vez en cuando se lleva recuerditos para su casita de la playa. Aún así, lo que queda merece la pena verse. En la torre llama la atención una sala de una acústica extraordinaria por donde, me contaron, pasaron Garcilaso de la Vega, Fernando de Rojas y, más tarde, Lope de Vega y otros monstruos del Siglo de Oro. Los mármoles del palacio fueron traídos desde Carrara hasta Cartagena y de allí en carros de bueyes hasta lo más profundo de Castilla. Todo, o casi todo ello, hecho por el Gran Duque de Alba, mano derecha de Carlos V y posteriormente de Felipe II. El Duque con el que todavía hoy se asusta a los niños en los Países Bajos por las salvajadas que cometió para mantener el dominio de los Austria españoles en aquellos territorios; pozo sin fondo en vidas humanas y riquezas venidas de América por el sentido patrimonial de unos reyes que consideraron a las Españas como su cortijo.
Pero ya se me ha ido el santo al cielo puesto que estaba hablando de la torre que queda del palacio. Continuando con la visita, si te subes más escalones de los que pueden contar mis ahumados bofes, desde lo más alto se disfruta del maravilloso y pausado discurrir del río Tormes entre huertas y trigales con la sierra de Gredos al fondo.
No se puede pasar por Alba de Tormes sin visitar el convento donde murió y está enterrada Santa Teresa de Jesús. No ya porque merece la pena la delicada arquitectura de su iglesia, sino por el morbo de ver los restos más o menos incorruptos de la santa. En el lateral de la nave izquierda se encuentra la celda donde falleció y un museíto que no tiene desperdicio: huesecitos de San Juan de la Cruz y alguno de sus objetos de uso cotidiano; el corazón de la santa (una cosa marrón oscuro que flota en un líquido de difícil descripción); su brazo, ese brazo que estuvo en la mesa de trabajo ( o en su mesilla de noche que no lo sé muy bien) del Caudillo y que le acompañó hasta su lecho de muerte que más parecía nave espacial llena de enchufes y cables. Y, como decía, la celda: un monumento al más puro kitch místico que el barroquismo hortero-religioso nos puede ofrecer: Ecce Homos, colores chillones, creo que hasta flores de plástico…Pero lo mejor es un híbrido entre escultura y muñeca de feria que representa a la pobre Santa Teresa en su cama en el momento del óbito. Espectacular. En estado éxtasis (vivo sin vivir en mí etc…) me encontraba yo admirando semejante monumento al mal gusto cuando se me acercan tres señoras. Una debía ser del pueblo y les estaba mostrando semejante tesoro a sus dos amigas:
- Y esta es la habitación y la cama donde murió- les decía.
Y cuál no sería mi asombro cuando una de ellas, refiriéndose a la muñeca, le espeta:
- Pero esa no es ella ¿no?

Foto: Torre de Armas del palacio de los Duques de Alba en Alba de Tormes



No pensaba colgar esta foto por lo que tiene de morbosa, pero no me puedo resistir. Este es el lecho de muerte de Santa Teresa de Jesús.

6 comentarios:

lagata dijo...

ey Daniel! ya se creía q se había librado de mí eh! llevo esperando que publicara algo la vida, pq m encantan sus historias (más bien críticas). Q duro eres con la gente mayor, piensa q está chocha y q algún día tu tb lo estarás, has visto la película de la "Teresa Teresa" de Isabel Ordaz? es muy buena, hace una especie de recopilacion de la vida de la santa pero con un toke de humor. A mí esq m encantan las peliculas españolas, se la recomiendo. Bueno y esta gente no ha pensado q si ponen ahi una muñeca de plastico puede pasar un dia por ahi un depravado y llevarsela? No olvide contestarme! si no m enfadare mucho ;)

Daniel García-Parra dijo...

Bienvenida de nuevo.

lagata dijo...

Por qué no me dedica una entrada sobre la restauración borbónica en España Daniel? Me haría muy feliz :)

Daniel dijo...

¿Cuál de las restauraciones, la de Alfonso XII o la de Juan Carlos I?

lagata dijo...

La de Alfonso, pero tiene que ser entretenida vale? no como el libre XD

lagata dijo...

libre no libro