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30 de noviembre de 2011

TRATADO DE ANTOMÍA HUMANA

En muchas ocasiones los inicios del arte, en un primer vistazo, pueden resultarnos enternecedores. La simplicidad e inocencia de su concepción y estructura nos recuerdan a los primeros dibujos infantiles o trabajos con plastilina.

Pero si profundizamos un poco más, asombra la capacidad de concepción abstracta del artista primigenio, su facilidad de con un solo trazo o muesca dar vida a todo un mundo conceptual o incluso a toda una estructura de valores.

Para ilustrar lo dicho vean ustedes esta pequeña joya que encontré en el Museo de Jaén. En un principio, por la posición de brazos y manos pensé en una figurita femenina (es la típica postura de la mujer embarazada), hasta que siguiendo mi exploración por este simplicísimo tratado de anatomía humana vi que no. Con un par de golpes de muñeca con arena de lijar, el artista ibero me definió cuáles son los atributos por los que en su sociedad se definía al varón (o el elemento más valorado del concepto varón que por algo el ibero que lo hiciese era tatarabuelito nuestro).

Simplemente me resulta encantador en su sencillez. 


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