Les
ofrezco hoy un curioso relato que nos hace Manuel
P. Villatoro en
el ABC
del
7 de Marzo de 2013. No sé si va de ciencia ficción, como dice el
propio autor, de conspiranoia, de política ficción, o... de pura y
triste realidad histórica. Si los gobiernos autodefinidos como
democráticos tienen cloacas y albañales inaccesibles al ciudadano
que les vota qué vamos a decir de las dictaduras que ni las ha
votado nadie ni tienen que rendir cuentas más que “ a Dios y a la
Historia” como decía el propio dictador. A su buen criterio lo
dejo.
De
ciencia ficción, quizás esta sea la mejor forma de definir la
obsesión
de
Francisco
Franco por
lograr que España fuera uno de los países en disponer
de la bomba atómica.
De hecho, tal fue el riesgo de que nuestro país llegara a tener
potencia nuclear tras la Segunda
Guerra Mundial,
que incluso varios documentos de la C.I.A alertaron
de esa posibilidad. Concretamente, el interés del de Ferrol por la
energía atómica comenzó después de que Estados Unidos lanzara en
1945 dos grandes explosivos nucleares sobre Hirosima
y Nagasaki.
Al parecer, los casi 100.000 muertos que provocaron las bombas no
pasaron desapercibidos para Franco, ávido de situar a España entre
las primeras potencias mundiales.
Motivos y objetivos
«Se
barajan varios motivos por los que Franco pretendía conseguir
fabricar la bomba atómica», afirma en declaraciones a ABC José
Lesta,
autor de «Claves
ocultas del poder mundial»,
editado por «Edaf».
«El primero, por supuesto, era entrar en el selecto club nuclear -lo
que haría que España probablemente tuviera derecho a veto en la
ONU-», completa el escritor.Sin embargo, este no era ni mucho menos
el único objetivo. «A su vez, esta tecnología daría
un espaldarazo muy importante a la situación geoestratégica de la
dictadura franquista en Europa,
pues sería el único país con armas nucleares -tras Francia- en el
continente», añade Lesta. «Finalmente, sin duda, para Franco sería
importante disponer de una bomba atómica de cara a ejercer
una gran presión real sobre su eterno enemigo: Marruecos -y,
por extensión, sobre todo el Magreb-, teniendo muy en cuenta al
Sahara que, no por casualidad, era donde debía probarse la primera
detonación experimental», finaliza el experto.Independientemente
del objetivo, lo cierto es que las altas cúpulas del gobierno
español pronto comenzaron las investigaciones para dar forma a su
sueño atómico, un deseo que, de haberse alcanzado, podría haberse
convertido en una pesadilla para cientos de miles de personas.
Hacia la muerte atómica
Así,
y por orden de Franco, en 1951 se creó la Junta de Energía
Nuclear y se dio comienzo a un proyecto secreto para, en
pocos años, conseguir disponer en el arsenal español de la bomba
atómica. «Fue el general Juan Vigón quien se
encargó de promover los primeros centros científicos y de
centralizar a los teóricos y la ingeniería española que, en la
década de los cincuenta, se diseminaban por toda la península»,
determina Lesta.
Sin
embargo, quien realmente se convertiría en la cabeza del proyecto
sería alguien más conocido. «La persona que fundamentalmente se
obsesionó con el asunto fue sin duda el almirante Carrero
Blanco, y una vez muerto Vigón en el 55, Carrero tuvo carta blanca
hasta el día de su muerte para conseguir el ingenio nuclear», añade
el experto.
A
pesar de todo, lo que permitió a España dar un salto en sus
investigaciones fue Estados Unidos, país que cedió nada menos que
350.000 dólares para favorecer la evolución de energía nuclear a
nivel civil en la península. Lo que los americanos no suponían era
que Franco, por el contrario, usaría
ese capital para iniciar el proyecto de la bomba nuclear.
«En julio de 1955 España firma con los Estados Unidos un acuerdo de
cooperación nuclear al amparo del programa de Átomos para la paz.
Estas ayudas permiten que el 27 de diciembre de 1958 el general
Franco, acompañado de Carrero Blanco, inaugure el Centro Nacional de
Energía Nuclear Juan Vigón en las instalaciones construidas en la
Ciudad Universitaria de Madrid», determina el escritor José
Luis Hernández Garvi en
su libro «Episodios
ocultos del franquismo».Tras
la inyección de capital, Carrero Blanco ya sólo necesitaba de
material científico para que comenzara el proyecto, pues los
primeros informes indicaban que España poseía el resto de medios
para la fabricación de la bomba. «Nuestro país tenía un informe
elaborado, ya en la década de los cincuenta, sobre la viabilidad. En
dicho informe el
único aspecto negativo era el combustible necesario para la bomba»,
añade Lesta.
Francia añade el combustible
El
rompecabezas iba tomando forma. Con el capital, la tecnología y los
conocimientos, Franco ya sólo necesitaba poder crear el combustible,
el cual se elaboraba a base de plutonio. No obstante, la suerte
quiso que la vecina Francia, que ya se había convertido también en
una potencia nuclear, se ofreciera a ceder a España una central
nuclear en la que poder fabricar el elemento que faltaba. «Se
trataba de una planta de grafito-gas que no necesitaba enriquecer el
uranio para su funcionamiento y de cuyos residuos se podía obtener
un producto de alto valor militar: el plutonio (…). La central
de Vandellós I se inauguró después de un acuerdo de
colaboración firmado entre Carrero Blanco y De Gaulle», destaca por
su parte Garvi en el texto. Todas estos acuerdos se llevarían a cabo
a espaldas de Estados Unidos y la U.R.S.S, países que no querían
que ningún vecino rompiera su hegemonía nuclear. De hecho, tal fue
la obsesión de no verse superados armamentísticamente por nadie,
que los americanos propusieron a España y Francia firmar un «Tratado
de No Proliferación Nuclear (TNP)», algo a lo que los países
mediterráneos se negaron.
España, preparada para crear bombas nucleares
«Quizá
sorprenderá a mucha gente el saber que España en la década de los
sesenta disponía de los científicos -tanto teóricos, como
ingenieros experimentales- para fabricar el artefacto. Por otra
parte, también disponíamos, gracias a los franceses, de las
centrales nucleares para la fabricación de Plutonio militar –el
cual podía ser creado en una cantidad de casi doscientos kilos al
año-. Esta cantidad era más que suficiente para la elaboración en
serie de un stock nuclear moderado y, con ello, comenzar una carrera
armamentística», añade por su parte Lesta.
Así,
a finales de los 60, Franco sabía secretamente que la opción
del armamento nuclear era una realidad salvo por un pequeño cabo
suelto. «España carecía de un elemento clave, y no se trataba del
material fisible, ya que incluso en ese sentido podíamos
autoabastecernos de uranio procedente de nuestras minas -somos el
segundo europeo país con reservas naturales de Uranio-. Ese elemento
clave, que era un componente tecnológico indispensable para la
detonación, fue conseguido de manera "casual" en el
incidente nuclear de Palomares», finaliza el experto.
EE.UU. y un misterioso asesinato
En
cambio, parece que la opción de que España pudiera alcanzar la
bomba atómica no gustó demasiado al resto de las potencias
mundiales. «A pesar del secretismo que rodeaba al proyecto, los
progresos que España estaba realizando en instalaciones y tecnología
nuclear de doble uso, civil y militar, no pasaron desapercibidos para
los Estados Unidos», determina Garvi en el texto.
El
recelo hizo que los Estados Unidos enviaran a uno de sus
emisarios,Henry
Kissinger,
a visitar a varios mandatarios nacionales. «Kissinger se entrevistó
en diciembre de 1973 con las más altas personalidades del estado,
incluido Franco y el príncipe Juan Carlos. Y el 19 de diciembre, le
tocó el turno al almirante Carrero Blanco, con el que mantuvo la
charla más prolongada que tuvo en nuestro país -varias horas de
dialogo-», afirma Lesta. «El contenido del mismo es aún secreto de
estado en una gran parte. Sabemos que la conversación subió de tono
cuando tocaron el potencial nuclear que tenía España, y su negativa
a firmar el TNP. Al parecer, Carrero aseguró sentirse amenazado»,
determina el experto.
Según
parece, esta conversación fue, cuanto menos, poco amable, según
afirma Lesta: «Carrero le comentó a Kissinger su pretensión de
convertir a España en un país "importante" gracias a la
baza nuclear, a lo que Kissinger contestó: "Sí pero es que
cuando España es importante, es peligrosa"». Extrañamente, y
como añade el escritor, «Carrero saltaba por los aires menos de 24
horas después, y a tan sólo escasos 400 metros de la embajada
estadounidense».
«El
asesinato de Carrero, junto con un sabotaje de las instalaciones,
frenó muy gravemente el proyecto nuclear español. En cualquier
caso, siempre me pareció significativa la desaparición en el stock
de la base aérea de Torrejón de varias minas antitanque de alta
tecnología -controladas inalámbricamente y con sensores acústicos-.
Un material que había venido fletado desde la base de Fort Bliss
-Texas- antes de la voladura de Carrero por los aires», finaliza
Lesta.
Finalización del proyecto
Tras
la muerte de Carrero y, posteriormente, la de Franco, el proyecto se
estancó en cierta medida. Así, finalmente y después de varios
avances en este ámbito, Estados Unidos consiguió su objetivo y, con
la llegada de la democracia, hizo que España firmara el tratado para
limitar la energía nuclear. Definitivamente, el proyecto había
muerto a pesar de sus posibilidades.
Texto: Manuel P. Villatoro, publicado en ABC el 7/03/2013
Foto: ABC, misma fecha.
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