He
recibido una carta de nuestro compañero y colaborador Daniel
Castillo en la que
nos plantea un tema recurrente en estas páginas virtuales: la
profunda imbricación del Arte en las estructuras ideológicas y
políticas de cada época determinada. Dicho de otra manera, el
artista no vive en un Parnaso por encima de del común de los hombres
sino que su obra responde, por acción o reacción, a las premisas
de los poderes que determinan la sociedad en la que vive.
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...Te
mando unos textos de Erasmo y de Lutero (¡ah! ¡qué maravillosos
escritores los dos, y qué espíritus tan contrapuestos y atractivos
cada cual a su tremenda manera!) que me vinieron a la cabeza en la
última visita al Prado, viendo el cuadro de Brueghel el Viejo, "El vino de la fiesta de San Martín". La idea es la de la
tipificación platónica del pueblo, durante el Renacimiento, como
masa irracional, incapaz de mesura y autodominio, e incapaz de
participación política, por tanto; y homólogamente y siguiendo en
clave platónica, la caracterización de las pasiones, en términos
políticos, como el pueblo en la ciudad de la psique.
«Si
hay que sufrir injusticia, es de preferir sufrirla de la autoridad a
que la autoridad la sufra de sus súbditos. El pueblo no tiene ni
conoce la medida y en cada individuo se esconden más de cinco
tiranos. Es mejor sufrir injusticia de un solo tirano, es decir, de
la autoridad, que sufrirla de innumerables tiranos, es decir, del
pueblo.»
Lutero,
Sobre si los hombres
de armas pueden estar en gracia.
(1526)
Detalle de "El vino de la Fiesta de San Martín". Brueghel el Viejo. |
«Los
campesinos no sabían qué cosa tan preciada es la paz y la
seguridad, cuando uno puede disfrutar su comida y su bebida
alegremente y con seguridad, y no le daban las gracias a Dios por
ello; Dios tuvo que enseñárselo ahora de esta manera [derrota de
los campesinos rebeldes en la batalla de Frankenhausen] para que
perdieran el prurito. Para los señores fue también de utilidad
saber lo que se esconde en el pueblo y qué confianza podían
depositar en él, para que, en lo sucesivo, aprendan a gobernar
rectamente y a cuidar el país y sus caminos. Ya no existía gobierno
ni orden. Todo estaba abierto y era superfluo, pues tampoco había en
el pueblo respeto ni temor. Cada cual hacía lo que quería. Nadie
quería dar nada y, sin embargo, querían vivir disipadamente,
emborracharse, vestirse y estar ociosos, como si todos fueran
señores. El burro pide palos y el pueblo quiere que se le gobierne
con fuerza; esto lo sabía muy bien Dios y por eso puso en manos de
la autoridad no la cola de zorro, sino una espada.»
«¿Se
ha oído alguna vez algo peor educado que el pueblo y los locos
campesinos cuando están satisfechos y consiguen el poder?; como dice
Salomón en Proverbios
30, 31, 22, a esa gente no la puede soportar la tierra.»
Lutero,
Carta sobre el duro
librito contra los campesinos.
(1525)
«De
estas fuentes deduce Orígenes, no sin razón, la división
tripartita del hombre: el cuerpo o la carne, nuestra parte más vil,
donde, por culpa de nuestros padres, la antigua y astuta serpiente
imprimió la ley del pecado por la que somos provocados a los vicios
y nos unimos al diablo si somos vencidos.
El
espíritu, por el que expresamos la semejanza con la naturaleza
divina, y en el que el dedo del Creador esculpió esa ley eterna de
lo recto, nacida del arquetipo de su misma mente, es decir, conforme
a su Espíritu. Por esta parte nos unimos con Dios y nos hacemos una
misma cosa con Él.
La
tercera parte, en fin, que está entre estas dos, es el alma, y en
ella residen los sentidos y demás sentimientos naturales. Como quien
reside en una ciudad dividida en facciones, el alma no puede dejar de
alinearse con una de ellas. Está solicitada continuamente por una y
otra parte, pero ella es libre de inclinarse por el partido que
quiera. Si, venciendo a la carne, se inclina hacia el bando del
espíritu, se hará espiritual. Pero, si se rebaja a los deseos de la
carne, degenerará en carnalidad. »
Erasmo
de Rotterdam, Enchiridion.
(1503)
Autor: Daniel Castillo
Fotos obtenidas en Internet.
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