La fotografía, como todo arte, es una manifestación de la necesidad compulsiva del ser humano de expresarse y comunicarse. Para realizarse en ella, también como en todas las artes, se precisa de unos medios físicos (la cámara en este caso), una técnica (ahí la cosa se complica) y de otros congéneres dispuestos a mirar, ver, escuchar y juzgar en su caso.
En este último punto es donde el asunto adquiere aspectos dramáticos y/o patéticos. Retrocedamos en las historia y veamos cómo lo resolvían nuestros padres y abuelos en tiempos de la fotografía analógica.
En este último punto es donde el asunto adquiere aspectos dramáticos y/o patéticos. Retrocedamos en las historia y veamos cómo lo resolvían nuestros padres y abuelos en tiempos de la fotografía analógica.
Era yo un crío cuando de vez en cuando teníamos que ir “a ver fotos” a casa de X, amigo de mis progenitores entregado a la pasión de la cámara oscura. Eran sesiones de diapositivas que tenían dos aspectos soportables: nos daban de merendar y el amigo era mocito viejo, con lo que las imágenes no eran de familia. Bueno, de vez en cuando aparecíamos nosotros, pero ya sabemos que la propia imagen tiene un gran interés personal que extendemos a lo social en cuanto los demás se descuidan (y aunque no).
Pero no era esa la forma habitual de buscarse público en aquellos tiempos. La guapa-guapa era cogerse el mazo de fotos a la vuelta de las vacaciones y asaltar a cualquier amigo o compañero para enseñárselas. Si eran varios amigos, mejor, para que se las fuesen pasando mientras tú dabas las explicaciones. El conjunto de copias positivadas eran auténticos reportajes con diversos protagonistas:
1.- El artista, que no solía salir porque estaba al otro lado del objetivo.
2.- La esposa, modelo principal, con cierta tendencia a salir de espaldas, con ojos rojos (caso de que la foto fuese en color) o con cara de mala leche porque estaba hasta ahí mismo de la sesión de poses.
3.- El niño, especialista en las escenas violentas, vandálicas o simplemente chorras.
4.- La niña, que no quiere salir nunca (con esta pinta) pero que sale en todas.
5.- La abuela; sale poco. Sólo cuando se cae en la zanja.
6.- La paella. Sí hombre, aquella que nos comimos en las Batuecas.
El entorno de la imagen habitualmente era más simple, preferentemente el suelo, el cielo torcido o algún monumento que se ve mal por la multitud de cabezas en primer plano. De encuadres, enfoques, profundidad de campo o velocidad de exposición no hablamos. No consta.
La digitalización ha traído consigo todo un nuevo mundo de posibilidades en la caza y captura de público. Ya no tienes que gastarte una pasta en hacer las copias e ir cargado con el mazo que era demasiado visible y podía hacer huir despavoridos a los colegas. Ahora basta con sacar el telefonillo como si fueras a hacer una llamada y, absolutamente a traición, empezar a enseñarles a tu santa bailando “los pajaritos” en Benidorm.
Más sofisticado es enviar las fotos por e-mail. Es un avance en la conquista de los derechos humanos porque el amigote que las recibe puede dar directamente al botón “Supr”, lo que le concede cierta capacidad decisoria. Pero…, todo tiene su pero, caso de hacer uso de esa liberta vigilada, hay que estar preparado para la pregunta ¿qué te parecieron mis fotos? Ante ella existen dos estrategias, una buena y otra mala:
1.- Es que tengo el ordenador estropeado. Un virus, ya sabes. Esta es la mala porque sólo ganas tiempo.
2.- ¡Preciosas! Esta es la buena, siempre que seas capaz de desviar la conversación por si te preguntan por detalles. Por ejemplo, la alabanza admirativa de las abundancias de la muchacha más cercana suele dar muy buen resultado.
Lo que realmente ha sido un pequeño paso para el artista pero un gran salto para el resto de la Humanidad, es Internet; más concretamente la, así llamada, “nube”. Coges, cuelgas tus horrores (y alguna otra) en un álbum virtual y ya puedes dejar asombrados no sólo a la peña sino a todo dios que entre en tu página. Se respeta la libertad individual (entra el que quiere) y se amplía hasta el infinito y más allá el personal de tu propio patio de butacas. Todavía nos queda por resolver el impulso ese de preguntar ¿has visto mis fotos? Pero confiemos en la ciencia, la razón y la tendencia al bien del ser humano.
Por cierto, ¿habéis entrado ya en el apartado “Mis Fotos” de mi blog?
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