El 23F yo estuve allí. Llamemos “allí” a una España que empezaba a dejar de ser un espacio inabarcable para el ciudadano y se iba convirtiendo en un patio de vecinos gracias a los medio de comunicación, en especial la televisión estatal con sus dos canales. Así que estuve allí junto con varios millones de españoles pegados a la radio y a la pantalla de nuestro televisor en blanco y negro.
Y vimos lo que vimos, nos digan lo que
nos digan hoy. Vimos los tanques en la calle y escuchamos el bando de un
generalote estableciendo el estado de sitio. Y vimos el Parlamento, centro de
nuestra democracia representativa, recién estrenada, rodeado por el ejército y
a los representantes del pueblo español amenazados por las armas de los
guardias civiles obligados a humillarse tirándose al suelo por disparos que no
apuntaron al techo sino al alma libre de los ciudadanos. También vi a valientes
que se mantuvieron erguidos en su puesto: Santiago Carrillo, Adolfo Suárez y
Gutiérrez Mellado. Supimos de falsos héroes sacando pecho a toro ya pasado,
como Fraga Iribarne que proclamaba a gritos que le disparasen a él cuando los
golpistas ya saltaban por las ventanas. No quitábamos los ojos de generales y
almirantes dando vueltas por la entrada del Hotel Palace sin saber muy bien si
estaban allí para defendernos o para darnos el tiro de gracia. Y aguantamos a
compañeros de trabajo que se alegraban porque ya era hora de que alguien
pusiera orden en esa España que se despeñaba por lo barrancos de la ruptura
territorial, el aborto y la pornografía. Y supimos de partidos y sindicatos
quemando documentos antes de una posible huída vergonzosa.
Sí que estuve allí, sí. También, más
presente que nunca, estuve cuando un joven Rey, con el rostro desencajado,
salió ya de madrugada en la “tele” poniendo firmes desde los capitanes
generales a los sargentos chusqueros, apostando su corona y su persona por la
legalidad constitucional y parando en seco la algarada militar. Cierto es que después,
muchos años después, el cenagal de la corrupción, de la sinvergonzonería
desatada y el anquilosamiento de un sistema democrático envejecido se está
llevando por delante incluso el recuerdo de aquel Rey plantando cara a sus
conmilitones. Pero él estuvo allí y millones de nosotros con él.
Manifestación contra el Golpe, 27 de febrero de 1981 |
Hoy nos están queriendo contar las
cosas de otra manera; que quizás no hubo un golpe el 23 F de 1981, sino dos.
Uno duro, brutal que hubiera sido sangriento al más puro estilo franquista,
dirigido por Milans del Boch, que tuvo como don Tancredo al siniestro Tejero.
Otro, un golpe blando, de salvación nacional, dirigido por Armada con la
connivencia de algunos partidos políticos y del propio Monarca. Argumentos no
faltan a quienes abundan en esta interpretación de los hechos, pero eso yo no
lo vi. Ni tampoco lo vieron los cientos de miles de ciudadanos que salieron a la
calle el día siguiente para apoyar la Constitución y lanzar un desgarrador suspiro
de alivio colectivo. No. En nuestro recuerdo había quedado grabado para siempre
que la democracia había resistido y que Juan Carlos I había jugado un papel fundamental en ello.
Sé que hoy no queda bien recordarlo.
Que es más impactante la imagen de un Rey envejecido, quebrado por muchos años
de gobierno y quemado por la basura en la que chapoteamos todos. Es cierto. Pero yo estuve allí el 23F y
recuerdo lo que recuerdo. No puedo contar otra cosa.
Fotografías publicadas por El País del 25 de febrero de 2013
Fotografías publicadas por El País del 25 de febrero de 2013
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