Hazen Size. Imagen cedida por Jesús Majada. Público.es |
El 6 de febrero las tropas del general Gonzalo Queipo
de Llano entraron en Málaga. Alrededor de 100.000 republicanos
huyeron hacia Almería por la ruta de la costa. Fue la llamada
'desbandá'. "Es lo más cercano a un infierno que he visto",
recuerda Salvador Guzmán, superviviente.
Artículo
de ALEJANDRO TORRÚS. Publicado en Público.es el
02/02/2013
"Imaginaos 150.000
hombres, mujeres y niños que
huyen en busca de refugio, temerosos del ejército nacionalista del
general Queipo
de Llano.
No hay más que un camino. No hay más vía de escape. La ciudad que
buscan es Almería, y hay que andar hasta allí cerca de 200
kilómetros (...) Tienen que caminar mujeres, ancianos y niños...
tambaleándose, tropezando, abriéndose los pies en los pedernales
polvorientos, mientras que los
fascistas los bombardean sin
piedad desde los aviones y los cañonean desde el mar".
El
testimonio pertenece a la libreta de anotaciones de Norman Bethune,
reputado cirujano pulmonar canadiense que acudió a la Guerra Civil
española como voluntario del Socorro Rojo. Su testimonio escrito y
las fotos de su ayudante, Hazen Size, es de lo poco se conserva
de uno
de los episodios más trágicos, y desconocidos,
de la Guerra Civil: la llamada desbandá.
El
6 de febrero de 1937 las tropas del general Gonzalo Queipo de Llano
llegaron a Málaga. La mayoría de los pueblos de la parte occidental
de la provincia ya estaba en manos de Franco, y la única salida que
quedaba para los milicianos republicanos, las mujeres, los niños y
los ancianos era la ruta de la costa, un camino que hoy se recuerda
como "la
carretera de la muerte" (la
actual N-340).
Por
el norte de Málaga llegaban las tropas italianas; por el oeste, el
ejército de Queipo de Llano; y por mar, los buques del bando
franquista. "Por tierra, mar y aire, las tropas franquistas,
apoyadas por italianos y alemanes, atacaron a miles de civiles
inocentes", asegura la historiadora de la Universidad de Málaga,
Encarna Barranquero, autora del libro Población y Guerra Civil en
Málaga: Caída, éxodo y refugio.
Entre
100.000 y 150.000 personas salieron
de Málaga hacia Almería por la ruta de la costa. Saber con
precisión cuánta gente murió es imposible, aunque algunas fuentes
hablan de entre 5.000 y 7.500 personas. Muchos cadáveres acabaron en
fosas comunes o se los llevó el río Guadalfeo. "Sólo en la
fosa común del cementerio de San Rafael de Málaga ya se han
identificado a más de 4.300
víctimas",
señala Andrés Fernández, arqueólogo y responsable científico de
las investigaciones en el cementerio de San Rafael.
"Los
niños llevaban solamente su pantalón y las niñas su vestido ancho,
medio desnudos todos bajo el sol... Niños con los bracitos y las
piernas enredados en trapos ensangrentados: niños sin zapatos, con
los pies hinchados; niños que lloraban desesperados de dolor, de
hambre, de cansancio... cuatro días perseguidos por los aviones de
los bárbaros fascistas, y cuatro noches de caminar en grupo compacto
hombres, mujeres, niños, mulas, burros y cabras, tratando de
mantenerse juntas las familias, llamándose por el nombre propio,
buscándose en las sombras", prosigue el relato de Bethune.
"Lo peor que una persona puede ver"
Una
de esas niñas que caminaba junto a su familia es Natalia Montasaroa.
Tenía 13 años aquel 7 de febrero de 1937. Hoy, 76 años después,
recuerda para Público, con voz temblorosa, lo que vivió
durante aquellos días.
"Salimos
de Málaga el día 7 a las diez de la noche. Teníamos miedo porque
oíamos a Queipo de Llano por la radio, que decía: 'Malagueños,
maricones, ponedle pantalones a la luna'. La carretera estaba
llena de gente. No se me olvidará nunca una mujer con un niño
pequeño en brazos; habían disparado desde el barco un proyectil, y
las piedras que saltaron le dieron a la mujer en la cara: ella
quedó muerta con el niño en brazos, al que no le pasó
nada...", recuerda Natalia, quien en 1937 tenía apenas 13 años.
La
familia de Natalia, no obstante, no llegó nunca a Málaga. El
ejército italiano los alcanzó antes. "La cuarta noche de
travesía recuerdo que veíamos muchas luces detrás nuestra. Le
pregunté a mi padre que qué era y me dijo que se trataría del
alumbrado de alguna localidad. No era cierto. Se trataba de los
tanques italianos. La gente se escondió en el monte. Desde los
tanquesdisparaban con las ametralladoras a todo
lo que se movía. Al día siguiente regresamos al camino, una
mujer escondida en la cuneta había sido aplastada por los tanques.
Ya no tenía sentido seguir adelante, los nacionales habían cortado
la carretera de Motril", asegura.
No
obstante, la peor parte del camino aun no había llegado para la
familia de Natalia. A pesar de que ya no corrían el peligro de ser
atacados por el ejército italiano, el camino de vuelta a casa dejó
marcadas en su retina "lo peor que una persona puede ver".
"Por
la carretera vimos muchos muertos: milicianos ahorcados;
una familia entera (el padre miliciano, la madre y tres niños) con
tiros en la cabeza; muchos prefirieron suicidarse y
dar muerte a su familia antes de caer en manos de los nacionales.
Cuando llegamos a Málaga a mucha gente la encerraron en un barco que
había en el puerto, y a otros muchos los fusilaron", sentencia
Natalia.
"Lo más cercano al infierno"
Salvador
Guzmán, de 85 años, sí consiguió llegar a Almería con su
familia. Su padre, José Guzmán, era el primer teniente de alcalde
del ayuntamiento de Coín (Málaga), gobernado por una coalición de
PCE y PSOE. Su huida arrancó la madrugada del 7 de febrero. En un
coche, "similar al Renault 4-L de los 60", la familia del
alcalde de la ciudad y la suya emprendieron un largo camino con
destino en Almería. En total, diez personas en un coche de 1937.
"Lo
primero que se queda en mi retina sucedió nada más salir de Málaga.
En un cruce, vi como un hombre le pegó un tiro en la sien a
sus dos hijas, después a su mujer y, por último, a él mismo.
Fueron los primeros muertos que vi en mi vida pero, desgraciadamente,
no fueron los últimos", recuerda para Público Salvador,
que asegura que a lo largo de su travesía su vehículo fue objeto de
los disparos de los buques del bando franquista el Cervera y el
Canarias.
"Los
primeros misiles los tiraron a nuestro coche porque pensarían que
éramos tropa. Aquello era lo más cercano al infierno que he visto
nunca. Conseguimos refugiarnos en un corte de la carretera. Entonces,
vimos a unos paisanos de Coín que también huían. Les dijimos que
no pasaran, pero no nos hicieron caso. Vimos como su coche reventaba
en cientos de pedazos", asegura Salvador.
Cuatro
días después, la familia de Salvador consiguió llegar a Almería.
Por el camino quedaron cientos de víctimas. "Vimos como
abrieron las compuertas de un pantano llevándose a muchísima gente
por delante entre gritos de desesperación de sus familiares",
recuerda. La llegada a la capital almeriense, no obstante, no puso
fin al peligro.
La
aviación italiana estaba esperando a los fugitivos. "Los
aviones italianos vinieron todas las noches. Bombardeaban el centro
de la ciudad donde había miles de refugiados", relata Salvador,
que se encontraba refugiada en la casa de unos amigos de la familia.
Las noches de bombardeos sobre la capital de Almería serían los
últimos que la familia de Salvador pasara unida. Terminada la guerra
su padre fue detenido, humillado públicamente y encarcelado.
En 1947, fue fusilado.
El
bombardeo sobre Almería fue recogido por el doctor canadiense, quien
llegó a la ciudad tras cuatro días trasladando enfermos desde
Málaga a la ciudad almeriense. "Cuando aquellas 50.000 personas
exangües habían llegado al sitio que creían un abrigo seguro, los
aeroplanos fascistas, alemanes e italianos, desataron sobre la
población un nutrido bombardeo... arrojaron diez bombas en el centro
mismo de la ciudad, en la calle principal de Almería, donde,
amontonados en el pavimento, dormían exhaustos los refugiados. La
calle parecía un degolladero, con los muertos y los agonizantes,
alumbrado por las llamas de los edificios que ardían", escribe
Norman Bethune en su cuaderno.
La
dureza de la imagen y la crueldad del destino de los republicanos que
huyeron de Málaga llevó a a Bethune, a los supervivientes y a los
historiadores contactados por este diario a pensar que la operación
de los ejércitos del bando franquista se trataba de un plan
organizado de exterminio. "¿Qué crimen habían cometido estos
hombres de la ciudad para ser asesinados de modo tan sangriento?",
se pregunta Bethune en la conclusión de sus escritos. "Su único
crimen había sido el de votar por un Gobierno del pueblo; moderado
paliativo contra la carga aplastante de siglos de codicia del
capitalismo", concluye".
Texto: ALEJANDRO TORRÚS
Fotos: Público.es
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