Malos
tiempos vivimos para nuestra democracia. Los famosos “mercados”
están aprovechando la crisis económica -provocada por ellos mismos-
para desmontar pieza a pieza las bases de llamado “estado del
bienestar”, logro socialdemócrata que supone la cumbre, hasta
ahora, de los derechos de la población trabajadora.
Todo ello con la colaboración entusiasta de un gobierno de derechas que, ya que estamos, aprovecha para eliminar derechos políticos y sociales que han costado más de cien años conseguir a fuerza de duras luchas contra el entramado capitalista. Por otro lado, una nebulosa “indignación” arropada con retales ácrata-populistas, apoyándose en justísimas reinvindacaciones, arremete no sólo contra los culpables de la situación sino, en no pocos casos, contra estructuras básicas de nuestro sistema democrático abriendo peligrosamente las puertas a populismos de baja estofa que nos pueden hacernos saltar de la sartén al fuego.
Todo ello con la colaboración entusiasta de un gobierno de derechas que, ya que estamos, aprovecha para eliminar derechos políticos y sociales que han costado más de cien años conseguir a fuerza de duras luchas contra el entramado capitalista. Por otro lado, una nebulosa “indignación” arropada con retales ácrata-populistas, apoyándose en justísimas reinvindacaciones, arremete no sólo contra los culpables de la situación sino, en no pocos casos, contra estructuras básicas de nuestro sistema democrático abriendo peligrosamente las puertas a populismos de baja estofa que nos pueden hacernos saltar de la sartén al fuego.
Quizás
por ello sea el momento de reflexionar y recordar que la transición
de la dictadura franquista al sistema constitucional no fue un camino
de pétalos de rosas; que costó mucha sangre, sudor y lágrimas.
Mucha sangre y muchas lágrimas. Por ello me parece oportuno
reproducir este artículo publicado por ALEJANDRO TORRÚS en el
diario digital Público.es
La
Transición, un cuento de hadas con 591 muertos
El
36 aniversario de la matanza de los abogados de Atocha vuelve a poner
de relieve que la Transición no fue el período modélico y pacífico
del que se presume. 188 personas murieron por “violencia política
de origen institucional”
"El
24 de enero de 1977, Alejandro Ruiz, abogado laboralista de
Comisiones Obreras, acudió como cada día al local que el sindicato
tenía en la céntrica calle de Atocha. Nada sería igual desde
entonces. Ruiz se encontraba en una reunión con otros ocho
compañeros. En el ambiente de la ciudad se respiraba el miedo.Ellos
sabían que en la España de la época corrían peligro. Pero
nadie imaginaba algo así. A las 22.40 horas de la noche un grupo de
tres pistoleros asaltó el despacho. Preguntaron por Joaquín
Navarro, histórico líder de Comisiones Obreras. No estaba. Desde
entonces, nada fue igual.
“Nos
agruparon en una esquina del hall del despacho y sin mediar palabra
se liaron a tiros con nosotros. Era evidente que fueron a matarnos.
Los altos teníamos tiros en el corazón y los bajos en la cabeza.
Una vez que estábamos en el suelo nos intentaron dar el tiro de
gracia. Yo salvé
la vida porque tenía un bolígrafo en la camisa y
me rebotó la bala. Me abrió una herida pero no tocó hueso y cuando
nos dieron los tiros de gracia a mi sólo me hirieron en la pierna
derecha porque era lo único que no ocultaba el cuerpo de mi
compañero Enrique Valdevira, cuyo cadáver tuvo que levantar para
sobrevivir”, rememora para Público Alejandro
Ruiz, abogado superviviente de la matanza de Atocha.
De
los nueve abogados que se encontraban en la sala cinco
murieron en el acto:
Luis Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Javier Sauquillo, Serafín
Holgado y Ángel Rodríguez. Cuatro lograron salvar la vida: Luis
Ramos, Miguel Sarabia, Dolores García y el propio Alejandro.
El
mismo 24 de enero, horas antes de la matanza de Atocha, un bote de
humo lanzado por la Policía impactó
en la frente de la estudiante universitaria Mariluz Nájera,
causándole la muerte. En ese momento, Mariluz se encontraba en la
manifestación protesta por el asesinato de otro joven estudiante un
día antes: Arturo Ruiz, quien fue tiroteado por un grupo de extrema
derecha durante una manifestación que pedía la amnistía para los
presos políticos que aún estaban encarcelados.
“La
Transición no es el cuento de hadas que nos cuentan. Cada vez que
había una fecha decisiva para el cambio político se recrudecía la
violencia política en la calle. El
objetivo era que la calle no fuera de izquierdas,
así como controlar el proceso sin tocar a los franquistas ni los
grandes capitalistas. Se pretendía desestabilizar y frenar el
proceso democrático”, analiza Mariano Sánchez, autor de la
obra La
Transición Sangrienta (Península).
Los
datos que aporta Mariano Sánchez en su obra son demoledores. Entre
1975 y 1983, se produjeron 591 muertes por violencia política
(terrorismo de extrema izquierda y extrema derecha, guerra sucia y
represión). De ellos, nada menos que 188
de los asesinados,
los menos investigados, entran dentro de lo que el autor
denomina violencia
política de origen institucional.
Es decir, los asesinatos “desplegados para mantener el orden
establecido, los organizados, alentados o instrumentalizados por las
instituciones del Estado”, explica Mariano Sánchez.
“Un
ejemplo: al estudiante Arturo
Ruiz lo
mató un miembro de los guerrilleros de Cristo Rey de los que
ayudaban a la policía a reprimir las manifestaciones. Es lo que
entonces se llamaban grupos de incontrolados", agrega.
La
investigación llevada a cabo por Mariano Sánchez detalla el origen
de cada uno de los 591 asesinatos. Los grupos incontrolados de
extrema derecha causaron 49 muertos; los grupos antiterroristas
asesinaron a 16 personas, principalmente del en torno de ETA y el
GRAPO; la represión policial le costó la vida a 54 personas; 8
personas fueron asesinados en la cárcel o en comisaría; 51 murieron
en enfrentamientos entre la Policía y los grupos armados; ETA y el
terrorismo de izquierdas asesinó a 344 y el GRAPO a 51.
Y
un dato más. Sólo en 1977, la
policía cargó contra 788 manifestaciones en España, el 76% del
total. Había
que controlar la calle porque, no hay que olvidar, la vía pública
tenía un dueño. "El orden público fue un factor determinante
de la Transición. Sirvió para frenar a la izquierda, que entró en
el juego y renunció a las calles, donde se producían las
reivindicaciones más fuertes. El cambio del franquismo a la
democracia debía hacerse con el menor coste político y económico",
explica Sánchez.
El asesinato de Yolanda González
Yolanda González |
La
violencia no cesó tampoco una vez aprobada la Constitución. En
1980, 30 personas fueron asesinadas por “violencia política de
origen institucional”. Entre los numerosos atentados quedó grabado
en la memoria el secuestro y asesinato en Madrid de la dirigente
estudiantil Yolanda
González, militante del trotskista Partido Socialista de los
Trabajadores,
un pequeño grupo político que provenía de una escisión de la Liga
Comunista Revolucionaria.
Yolanda,
de apenas 18 años, fue secuestrada y ejecutada por un comando
fascista compuesto por militantes de Fuerza Nueva, comandado por
Emilio Hellín Moro, y organizado por el jefe de seguridad del
partido de Blas Piñar. “La
asesinaron y dejaron su cuerpo tirado en una carretera comarcal. Le
quitaron la vida un tiro en la sien disparado por Hellín Moro, quien
hoy vive plácidamente, a pesar de haber de que fue condenado a más
de treinta años por el asesinato y secuestro de Yolanda”, escribe
Sánchez.
La
indulgencia de la justicia con los asesinos de extrema derecha de la
Transición fue la tónica habitual. “Hay que partir de la base que
los encargados de investigar los terrorismos era la misma gente que
antes estaba en la Brigada Político Social de Franco. No
se hizo una limpieza en las instituciones. Si
la gente es la misma los resultados eran parecidos”, aprecia
Sánchez.
Una vez más, Atocha
Entierro de los abogados de Atocha. Archivo Histórico del PCE |
La
connivencia de la Justicia con los asesinos de ultraderecha se
ejemplifica, una vez más, con el caso de la matanza de Atocha. Antes
incluso del comienzo de la vista, el juez instructor del caso, Gómez
Chaparro-que provenía del Tribunal de Orden Público- concedió
un permiso
de fin de semana a Fernando Lerdo de Tejada,
sobrino de una secretaria de Blas Piñar (fundador de Fuerza Nueva) e
imputado en la causa por asesinato.
Lerdo
de Tejada jamás regresaría a la cárcel de Ciudad Real y, hasta
hoy, permanece desaparecido. Su delito prescribió en febrero de
1997. Los otros dos imputados por el asesinato de los abogados,
Fernández Cerrá y García Juliá, sí fueron juzgados y condenados,
cada uno, a 193 años de cárcel. Además, el secretario provincial
del Transporte de Madrid, Francisco Albadalejo Corredera, fue
condenado a 73
años de prisión por
haber dado la orden.
Apenas
14 años después de aquella noche de enero de 1977, en el año 1991,
García Juliá obtuvo la libertad condicional.
No obstante, su estancia en libertad duró poco tiempo. El 11 de mayo
de 1996 era detenido por la policía boliviana bajo la acusación de
tráfico de drogas. Por último, Fernández Cerrá cumplió 15 años
de cárcel y salió con la condicional en 1992.
Nunca
se investigó más arriba de Albadalejo. Las sospechas de que el
asesinato fue organizado desde élites políticas cercanas al
franquismo han circulado siempre entre los abogados supervivientes y
su círculo. Sin embargo, nunca se investigó. “La
investigación judicial impidió saber quien estaba detrás de los
asesinos. Se
impidió una investigación mayor que, probablemente, hubiese unido a
estos asesinos a partidos de extrema derecha y a algún sector ultra
del franquismo”, asegura Alejandro Ruiz, quien afirma que aun hoy
hay gente reticente a reconocer que este atentado fue alentado por
sectores del Estado.
“Nos
movemos en un tiempo muy difícil entre la memoria y el olvido,
pero sin
memoria no se puede tener futuro. La
democracia le costó la vida a cientos de personas. No fue fácil
llegar hasta aquí ni construir una democracia en la que todos
tenemos cabida. Recordémoslo”, sentencia Alejandro Ruiz."
Autor:
ALEJANDRO
TORRÚS.
Público.es. 26/01/2013
Fotografías
extraídas de Público.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario