SOBRE EL ORIGEN DE LA NAVIDAD

Retrato del emperado Constantino el Grande

Parece que poco a poco se va terminando esto de la Navidad. Supongo que todos hemos cumplido sobradamente con los actos-fetiches que le son propios, a saber: cenar en familia mostrando temblorosos amores tribales en unos casos ciertos y en otros menos, dependiendo un poco del nivel de alcoholemia en sangre; poner cara de asombro ilusionado ante el regalo de todos los años.
Comer como cochos y ponernos malos seguidamente; soportar resacas demoledoras, corbatas si procede o tacones absolutamente asesinos, niños de otros y a los nuestros propios; acabar hasta el mismísimo de los santos peces que beben y beben mientras se peina una virgen; gastarte una pasta gansa con o sin crisis, da igual; evitar mirar la báscula como si fuese un programa de la Esteban; saber que te tienes que poner a régimen; saber que no vas a hacerlo (tampoco dejar de fumar). Y tantas alegrías más que nos traen las entrañables Navidades.

Pero ¿cómo comenzó todo este espectáculo?  Pues todo este pollo alrededor del nacimiento de Cristo es mucho más antiguo que el nacimiento del mismo. Desde que tenemos noticias históricas, todas las civilizaciones agrícolas han celebrado el solsticio de invierno (21 de diciembre), el día más corto del año; las fechas en que la tierra se amodorra con el frío invernal y no hay demasiadas tareas que hacer en el campo. Las cosechas ya han sido recogidas y los graneros y lagares llenos (si ha habido suerte). Es el momento de celebrarlo.

En Roma estos festejos del solsticio invernal se hacían en honor de Saturno, de ahí su nombre: las saturnalia.  Durante una semana o más nuestros abuelos romanos hacían exactamente los mismo que nosotros: ponerse hasta ahí mismo de comer y beber, regalarse cosas más o menos inútiles los unos a los otros  y despendolarse sin piedad. Incluso tenían tradiciones curiosas como que en esos días los esclavos podían hacer de amos o los niños reinaban en los hogares y supongo que decir que se querían mucho los unos y los otros y otras. Total que lo mismo pero sin portal de Belén . Con la llegada del cristianismo se hará necesario un lavado de cara a tanto paganismo infernal. La Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana ha tenido siempre un arte especial en absorber y mimetizar todas aquellas creencias contra las que no podía triunfar; pongo ejemplos: apariciones de la Virgen allí donde el culto a la Diosa Madre venía desde la prehistoria (cuevas, fuentes y marismas onubenses en general); identificación  de fuerzas objeto de culto ancestrales con nuevos santos cristianos oportunamente patronos de las mismas; y tantos ejemplos más con los que no me quiero alargar.

Pues a lo que íbamos; aprovechando que en las saturnalia el día más importante era el del Sol Invictus, primero el emperador Constantino (ese gordote de ojos saltones que legalizó el cristianismo) en el año 321 y después el papa Julio I en el 325 declaran que dicho día sea reconocido como el del nacimiento de Jesús de Nazaret :  el 25 de diciembre. Y así un culto solar pagano queda absorbido y sacralizado por un culto cristiano que, por cierto, tiene mucho de culto solar: no olvidemos que a Cristo se le representa siempre con una aureola de rayos luminosos alrededor de la cabeza. Y donde antes nos emborrachábamos como fudres en honor de Saturno y del sol, ahora lo hacemos como tierno recuerdo del nacimiento del Niño Jesús. Ha quedado un poco raro,  pero todo vale en nombre de una religión con vocación de única, verdadera y universal. Que ustedes se repongan bien y feliz año 2011.