Este artículo lo leí hace unos días en el Huffington post. Su autora es Rosa M. Tristán y habla de dos cosas que me interesan especialmente: el origen de la especie humana y su indignidad en demasiadas ocasiones. Lo transcribo entero porque creo que merece la pena ser leído.
El niño más primitivo hallado en África, anémico
Un
equipo de investigadores españoles, liderados por los responsables
del Instituto de Evolución en África (IDEA), ha encontrado restos
fósiles de un
niño que vivió hace 1,5 millones de años en
la Garganta de Olduvai (Tanzania). Es el primero que se halla de un
pasado tan lejano y su interés radica en que era anémico, como
tantos otros hoy en ese continente.
Sin
embargo, gracias a esta patología, que hoy continúa estando detrás
de muchas muertes infantiles, estos investigadores han averiguado que
ya entonces su
fisiología era exactamente como la nuestra,
aunque tenía un cerebro bastante más reducido (unos 850 centímetros
cúbicos, frente a los 1.400 cc. Nuestros).
Según
publican esta semana en la revista científica PLOS
ONE,
en uno de los yacimientos en los que trabaja el equipo, hallaron
dos fragmentos de cráneo, probablemente de un crío de la
especie Homo
ergaster que
no había cumplido aún los dos años.
De su estudio concluyeron que padecía una anemia (la Hiperostosis
porotic)
que se produce específicamente por falta de consumo de carne, el
alimento que entonces proporcionaba, en la sabana africana, las
vitaminas B9 y B12 de las que carecían sus huesos. "Esto
significa que esa carne era fundamental para nuestros ancestros, que
dependían de él para su supervivencia. Si no fuera así, no habría
enfermado", me explica el arqueólogo y director del trabajo
Manuel Domínguez-Rodrigo, de la Universidad Complutense de Madrid.
Y
si era tan importante, el arqueólogo deduce que no podía ser algo
que llenara los estómagos de aquellos primitivos humanos
esporádicamente. Para que formara parte de su dieta habitual
aquellos antepasados debían de ser ya grandes cazadores, y no
solamente carroñeros. Ahí entra de lleno en el gran debate
científico: en nuestro remoto origen ¿nos conformábamos con las
sobras de otros carnívoros o inventamos ya entonces las armas con
las que conseguir grandes reservas de carne, que compartíamos en el
grupo?
El
equipo de Domínguez-Rodrigo apuesta por lo segundo, y para probarlo
recaban pruebas desde hace años en la Gargarta
de Olduvai,
la llamada Cuna de la Humanidad, donde han encontrado campamentos con
huesos de piezas tan grandes como una jirafa.
De
confirmarse, la caza implicaría que la familia humana es agresiva
con otras especies desde muy antiguo. Algunos colegas puntualizan que
con un solo caso no se puede definir el comportamiento general, pero
lo cierto es que no hemos dejado desde entonces de destruir y
masacrar otros animales, y no con el justificable argumento de evitar
la muerte.
Es
más, cuando Domínguez-Rodrigo me anunciaba su hallazgo, no pude por
menos recordar a otros muchos niños africanos anémicos que, un
millón y medio de años después, siguen sin poder comer carne,
niños que siguen muriendo a los dos años, niños cuya capacidad
intelectual se verá mermada porque no tuvieron una dieta básica....
pero que no cuentan para gobiernos que 'capan' la ayuda exterior a la
cooperación que les puede ayudar a salir adelante.
Aquel
primitivo niño africano anémico, de hace 1,5 millones de años,
fosilizado, murió de hambre. Desde entonces hemos evolucionado
mucho, el cerebro creció y ya no somos cazadores (salvo
excepciones), ni carroñeros por supervivencia. Ahora se mata
cambiando cifras y porcentajes en una pantalla de ordenador. Todo un
avance.
8
octubre 2012
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