Tras unos días espléndidos en Cazorla con el autor de este blog, pasé por Úbeda y tuve la enorme satisfacción de poder visitar uno de los mejores monumentos religiosos de Andalucía, desconocido para toda una generación, tras 28 años cerrado al público por obras de restauración. Todo ello me provoca varias reflexiones:
1º.- Lo habitual, el lamentable estado del ingente patrimonio artístico de la Iglesia española, abandonado a su suerte. Ya sé, ya sé que no tienen dinero para tanta catedral, colegiata, iglesia o convento (no digo nada de los palacios arzobispales, que todos sabemos cómo están), pero…¿y si no se gastasen cinco millones de euros en cada visita papal?
2º.- Se agradece la inversión de la Junta (más de 6 millones) en su restauración, pero no se entiende que se haya dilatado tantos años. Si los técnicos de Cultura, los arquitectos-estrella y los jefes de negociado estuviesen a lo que hay que estar, quizás se hubiese agilizado mucho más y costado mucho menos.
3º.- La eterna polémica: la restauración no gusta a todos, con polémica sobre el artesonado mudéjar, el cambio del suelo y la retirada del estuco, dejando la piedra a la vista. Mi opinión, si es que sirve de algo, es que es de las pocas restauraciones donde los geniales aportes de los arquitectos no nos hace suspirar por la reimplantación de la pena de muerte. Las cubiertas, en estado ruinoso, se han reconstruido íntegramente, y lucen el artesonado que tuvo hasta las bóvedas-pastiche puestas en el XVIII. Los muros recuperan su estado original, anterior a los revocos y encalados que se generalizaron tras las epidemias del XVII y XVIII. Los suelos de mármol sí son discutibles, aunque le hace ganar luz y espacio. Como es natural, no falta el típico aporte de modernidad: focos, luminarias, paneles. Lo propio…
4º.- La visita al templo, lo más importante para quien ame la historia y el arte (títulos de este blog): im-pre-sio-nan-te (Jezulín dixit).
Ubiquémonos: su nombre es Santa María de los Reales Alcázares, por erigirse dentro del antiguo alcázar árabe, en el solar de la mezquita aljama de la ciudad (qué novedad…). Y como suele ser habitual, las obras han descubierto un suelo arqueológico de la Edad del Bronce, ocupaciones prerromanas, restos del supuesto templo romano dedicado a Diana, enterramientos, etc.
No tiene una planta unitaria, sino una serie de añadidos sucesivos, desde el XIV al XIX, con elementos que van del románico al neoclásico. Antonio Almagro, quien mejor la conoce, la ha definido como “un templo de aluvión”. Como “templo sedimentario” se refirió a él Juan Pasquau, cronista de la ciudad, donde “diferentes estratos artísticos se superponen, se mistifican y se agregan en heterogéneas asociaciones”, en una “democracia artística”. Pero hay quien discrepa: Pi i Margall la califica de verdadero horror: “¿Quién podrá ver sin dolor tan absurda amalgama de formas?”
La fachada, siempre presente en la hermosa Plaza de Vázquez de Molina y siempre con andamios y carteles de obra, luce limpia y equilibrada. La portada principal, clasicista, sigue modelos netamente renacentistas de Andrés de Vandelvira, con un esquema de arco de triunfo con columnas pareadas, destacando el relieve de la Adoración de los Pastores. Como anécdota, hace falta una buena lente para enmarcarla íntegra, si no quieres meterte en los jardines (literalmente).
Al interior, tras pasar el claustro (antiguo patio de abluciones), se accede al cuerpo principal (la sala de oraciones o haram, que tuvo trece naves). Sorprende su grandiosidad, la perspectiva y la luz concentrada en la cabecera. La capilla mayor, que ha sufrido enormes transformaciones a lo largo de los siglos, tiene actualmente adosada sobre la pared del testero una de las tantas portadas góticas del templo, con un crucificado contorsionista.
De las 32 capillas que tuvo, sólo se conservan 16. Lugar de enterramiento de obispos y familias nobiliarias de la ciudad, tienen una portada gótica o renacentista, interiores lujosos y artísticos, criptas, y algunas excelentes rejerías. Se recomienda detenerse en la Capilla de los Becerra (la primera del lado de la epístola, con portada gótica en arco apuntado y bóveda de crucería, profusamente decorada, con una magnífica reja), la de La Yedra (a los pies del templo, con entrada en arco ojival y columnas espirales adosadas), la Bautismal (tercera del lado del evangelio, la única con dos portadas: una al interior y otra al claustro) y la del Cristo Yacente.
De nuevo en el exterior, paseando la mirada por la más bella plaza renacentista de España, podemos ahora decir que está completa, y que la deuda que se tenía con Úbeda se ha saldado. A ver cuándo le toca a la iglesia de San Lorenzo (que se cae literalmente a trozos), San Pedro o tantas otras…Pero eso será motivo de otro artículo.
Con este artículo estrenamos nuevo coautor para este Blog. Se trata de mi amigo José Luis que viene a aportar la seridad, el rigor científico y la claridad de exposición que falta nos estaba haciendo. Le doy la bienvenida en el convencimiento de que todos salimos ganando.
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